Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





Hermes Tres Veces Grande

La muerte no tiene nombre ni materia
hay un viaje galáctico
teletransportación
voy sobre el amor de colores nunca vistos
con mi risa despiertan ritmos violetas
siembro una semilla de espinas luminosas
¿cómo conoceré la belleza sino grité antes de oscuridad?
soy un puñado de consciencia cósmica
me doy cuenta de la perla que me habita
en una red
tantos espejos
mis labios ahora una constelación
plegaria correspondida
mis centros y mis espacios, antiquísima energía.

La muerte no sabe de nosotros.


Carta XIII

La piel es el límite con el afuera. Soy esta, no eso, ni aquello, mi piel limita, me da identidad. Su sensibilidad me permite saber rápidamente si algo hiere, quema o acaricia, da placer. Aún así, para algunos, para muchos, es fácil mezclarse, perderse a sí mismo con lo que recibo de afuera. Y podemos, entonces, cargar aspectos que no son propios, sino de otros. Hasta -es obvio- desde el nivel energético. Un camino posible es la reclusión. Pensándola positivamente. Me alejo del mundo para acercarme a mi centro. Discrimino, transmuto, aprendo. Esa es la verdadera alquimia. La tarea de los alquimistas tiene que ver con elevar lo vulgar para transformarlo en noble. Figuras de las que se vale el I Ching para acompañarnos (en el caso de consultarlo como oráculo) en la observación y toma de conciencia de la situación que estamos atravesando y algunas veces, nos permite anticiparnos para darnos cuenta en qué puede transformarse la semilla si actuamos de tal o cual manera (líneas viejas, mutables). También el Tarot de Marsella nos ofrece el mismo camino. Arquetipos como seres que nos habitan, la elección de alimentar los aspectos de nuestra personalidad que queremos. La meditación, cuya búsqueda es el estado incapaz de enunciarse -que es alcanzado en el silencio o en otras instancias- es la gran vía para reconocer las puertas que nos anclan al organismo. Para atraversarlas intensamente. Al menos en la propuesta de las meditaciones activas -OSHO-. Dolor, tristeza, bronca, éxtasis. Meditaciones que no impulsan el control sino la trascendencia del control, la apertura sin resistencia, acrecentando al observador, quien mira como espectador la película, vasta, cambiante, de nuestros pensamientos. El observador no juzga ni se mete ni lucha con las ideas, sólo deja que pasen. El organismo nos da respuestas. El funcionamiento y características de los órganos y los sistemas que conforman, también son puertas frente la enfermedad. Amorosos mensajes que el cuerpo nos envía -Enfoque Holístico de la Salud y la Enfermedad-. Volviendo al eje de mi texto, tomo otra vez, la piel. Y puedo decir: mi piel emocional. Aquella que por este momento necesito preservar, mimar, curar, reconocer sus mensajes, para saber que la transmutación es posible. De mi piel para adentro, mi ser genuina. Ser cambiante como las aguas pero constante y poderoso como las raíces. Necesarias para que los vuelos no puedan confundirme, para que la Kundalini ascienda sin trabas ni límites hasta mi Chakra Coronario, y desde ahí, la conexión con la totalidad que soy y la totalidad de la que soy parte. Adjunto la Carta Sin Nombre, número XIII, la Gran Transformación. El Hades del Tarot. Plutón. Me fui por las ramas mientras escribía. Y bueno, sale como sale.



Prefacio de "El hombre, dios y el universo", Taimni

PREFACIO

1. El hombre desde los puntos de vista materialista y espiritual.
Toda persona inteligente que sea capaz de pensar con seriedad y que esté, aunque más no
sea vagamente despierta a las realidades de esta vida, no podrá dejar de presentir que hay
un gran misterio oculto detrás del universo y de su propia vida, y que hasta que este
misterio no sea descifrado, su vida carecerá de un sentido real y no podrá estar en paz. Ella
podrá ignorar este misterio o tratará de olvidarlo hundiéndose en la acción u otras
actividades distractivas, pero ese misterio continuará acosándolo y envenenando
subconscientemente toda felicidad lograda a través de sus experiencias en el mundo
exterior.

La vasta mayoría de la gente no está ni siquiera vagamente advertida de este misterio, y
está tan completamente asimilada a su medio ambiente y a la corriente de vida en que se
encuentra, que los más profundos problemas de la vida no la inquietan en absoluto.
Naturalmente, existe una razón definida para esta extraña incapacidad para ver lo que es tan
obvio, y es que todavía deberá pasar por más experiencias, y mediante ellas, tanto
agradables como dolorosas, desarrollar esa facultad discriminativa que se designa en
sánscrito con el vocablo Viveka que es la marca distintiva de las almas espiritualmente
maduras y capacitadas, por ello, para encarar los más profundos problemas de la vida,
Todo aquel que esté espiritualmente despierto e inclinado a comprender, y si es posible, a
develar, el gran misterio de la vida, podrá buscar conocimiento acerca de él en tres
direcciones: tratando de averiguar qué religión, o qué filosofía o cuál ciencia tienen algo
que decir acerca de él y cómo tratan, en sus respectivos caminos, de descifrarlo.
Más adelante se verá cómo el método ocultista de abordar este problema fundamental,
basado como está en su investigaci6n sistemática y directa mediante los métodos
combinados de la religión, la filosofía y la ciencia, es el único que puede proporcionar tanto
una explicación teórica satisfactoria, cuanto una técnica eficaz para la solución del
problema. Sin embargo, antes de que podamos apreciar el valor del método ocultista de
descifrar el misterio del hombre y del universo, será necesario dar algunas nociones acerca
de otra cuestión vital: ¿cuál es la concepción del hombre y el sentido de su vida, desde
puntos de vista tan fundamentalmente diferentes como lo son el punto de vista materialista
y el punto de vista espiritual?

Estamos tan absorbidos por nuestro diario quehacer y por las pasiones despertadas por
hechos pasajeros, que ni siquiera vagamente somos conscientes de los hechos más
evidentes y arduos que nos debieran obligar a detenernos y a temblar, si tan sólo
pudiéramos ver su significado real.

La filosofía materialista, basada solamente en el intelecto, no puede ver, en su ceguera
espiritual, la importancia de estos hechos y las implicaciones de sus propias conclusiones
respecto a la naturaleza y al destino del hombre, y al significado y al propósito de la vida
humana. Consideremos tan sólo uno de estos hechos obvios de la existencia, tomado del
campo de la ciencia, para ilustrar cuán ciego es el materialismo científico con respecto a las
implicaciones de los descubrimientos científicos.

Las investigaciones de los astrónomos han puesto en evidencia que nuestra tierra es una
mera nota de polvo comparada con la vastedad ilimitada del universo, que contiene billones
de sistemas solares separados por inconcebibles distancias que se miden por años-luz.
Su vida, que a nosotros nos parece tan prolongada, no es más que un breve destello en
medio de los larguísimos períodos de tiempo durante los cuales se supone que el universo
ha existido. Sobre este planeta, insignificante y efímero, la humanidad actual existe tan sólo
desde hace unos pocos millares de años. Su pasado está encubierto por la incierta evidencia
de estratos geológicos y de animales fósiles, y su futuro no va más allá del alcance de las
conjeturas de la filosofía materialista,

Seguramente que ante estos rigurosos hechos científicos no nos podremos rehusar a
considerar las conclusiones hacia las que ellos llevan, obvia e inevitablemente. Una de estas
conclusiones, si es que se tiene ojos para ver, de aterradora significación, es que el hombre,
en su cuantía física, carece prácticamente de valor y carece de importancia para la
Naturaleza. Un conjunto de hormigas sobre un leño flotando en medio del Océano Pacifico
tiene mayor relevancia que nuestra humanidad ocupando este planeta, que flota en la
inmensidad de un universo ilimitado y que inevitablemente será devorado por el vacío del
espacio, pasando al olvido sin dejar rastros. Y con mayor razón, naturalmente, cuando lo
que tomamos en consideración es un solo ser humano, como una unidad de esta humanidad
que perdura en medio de un cambio constante, el significado de nuestra vida física se
reduce prácticamente a nada. Tendremos tan sólo que recordar cómo poderosas
civilizaciones, que alguna vez florecieron, fueron totalmente tragadas por el avance de la
marea del tiempo y del cambio, para darnos cuenta de qué clase de destino nos aguarda a
cada uno de nosotros como entidades físicas, tanto al rico y poderoso como al pobre y
sumiso.

Si esta fuese la realidad básica de nuestra existencia como entes meramente físicos, no nos
detendríamos ni consideraríamos cuidadosamente nuestras metas e ideales, esta febril
persecución de logros puramente materialistas, por más realistas o espectaculares que ellos
puedan aparecer externamente. Tampoco profundizaríamos la vida humana y sus problemas
en vez de ignorarlos y correr irreflexivamente tras las metas preferidas. Se requiere tan sólo
una muy pequeña cantidad de sentido común y de inteligente desapego de los intereses que
nos acaparan, y de preocupación por llegar a ver cuán totalmente insignificante, y cual una
fantasía onírica, sería todo el drama que está siendo representado en el escenario del
mundo, si es que no hubiera de haber algo más que eso tras del juego de sombras de que
somos testigos.
De hecho, hay a más, y ese algo más, oculto detrás de este espectáculo aparentemente sin
sentido que pasa ante nosotros, es el que da sentido y valor a la marcha de los
acontecimientos y cosas que presenciamos en el tiempo y en el espacio. Es aquello presente
en el trasfondo, en los dominios mental y espiritual de la Naturaleza invisible pero
tremendamente más real, lo que da sentido a multitudes de arrogantes políticos que se
pavonean en el escenario del mundo, a científicos que hacen frenéticos esfuerzos para
escudriñar los secretos de la Naturaleza, al hombre común adquiriendo conocimientos
fragmentarios y diversas habilidades, a filósofos entretejiendo interminables teorías acerca
de la vida humana y del universo, a los religiosos esforzándose por alcanzar un ideal de
bondad y perfección que obviamente está más allá de sus actuales capacidades.

Si ignoramos esta realidad que está oculta en el trasfondo reducimos al hombre al estado de
un mero animal que ha adquirido cierto desarrollo por acción de ciegas fuerzas evolutivas y
que está destinado a permanecer esencialmente un mero animal, a pesar de ir adquiriendo
cada vez más y más conocimiento e inteligencia a lo largo de lentos procesos evolutivos.
Empero, esta acumulación de conocimiento y crecimiento de la inteligencia se refiere tan
sólo a aquel elusivo y siempre cambiante conjunto de seres humanos que se menciona
como raza o género humano; el ser humano individual no deja de ser una criatura
totalmente insignificante, rodeada de circunstancias aparentemente fortuitas, y que está
condenada a perecer en la nada del olvido después de pasar unos pocos años tras afiebradas
excitaciones y búsquedas insensatas de diversa naturaleza. Los medios artificiales y
autodeceptivos que incesantemente crea para sí mismo, no sirven de nada ante esta
irresistible marcha del tiempo con la consiguiente destrucción de todo cuanto apreciamos.
Esta es la situación y esta la perspectiva que la filosofía materialista proporciona al hombre
y que un amplio número de personas, aun intelectuales, han aceptado irreflexivamente,
porque son incapaces de ver el sentido real de las cosas que los rodean. Si la tendencia a dar
por sentados los hechos de nuestra vida no estuviese tan generalizada, y si no estuviéramos
tan hipnotizados por los espejismos de los logros científicos, alcanzaríamos a ver que la
actitud pragmática en que se basa la filosofía materialista no es sino una vía de escape de
las arduas y pavorosas realidades del mundo físico. Dicha actitud permite al mundo
científico justificar lo injustificable frente a estas realidades; queremos enterrar la cabeza en
el campo de los limitados y pequeños problemas inmediatos porque no nos atrevemos a
encarar los más reales y mayores problemas que están siempre presentes en el trasfondo.
La actitud pragmática se considera justificada y se juzga invencible la posición científica
porque los científicos proclaman basar toda su labor y sus conclusiones sobre hechos que
pueden ser comprobados como tales. En efecto, el científico puede volverse hacia el
ocultista y decirle: ‘Pruebe sus afirmaciones; muéstreme que existe algo más detrás del
mundo físico que pueda ser reconocido por los órganos de los sentidos o por instrumentos,
que en realidad son extensiones de los órganos de los sentidos. Demuéstreme que existen
mundos más sutiles e invisibles dentro del mundo físico y que todos ellos se derivan de una
Realidad Última que es eterna, omnipenetrante y un Todo integrado”. Ahora bien, el
ocultista no puede enfrentar este desafío por medio de experimentos físicos ordinarios y
demostrarle al escéptico lo que está afirmando y tratando de comunicar. Lo que él exige
demostrar no puede ser tratado así, simplemente porque sean cosas no materiales. Ellas
pertenecen al dominio de la mente y de la conciencia y es absurdo exigir que hechos
mentales y espirituales de la existencia sean demostrados por medios físicos.

Cada investigador tiene que explorar y descubrir estos dominios internos con métodos que
sean aplicables a estos campos. Cualquier tonto es capaz de darse cuenta que los campos
mental y espiritual sólo pueden ser explorados con métodos mentales, sumergiéndose en los
más profundos repliegues de nuestra propia mente y del espíritu. Otros métodos sólo
podrán a lo sumo, señalar su existencia y mostrar el camino hacia este más profundo
conocimiento. Los mundos más sutiles de la Realidad no pueden ser traídos hacia el
escéptico, sino que éste es quien deberá ahondar en los dominios de su propia mente para
encontrar a esos mundos.

En lo que se refiere al problema de la prueba, un estudio cuidadoso de las teorías científicas
y de los hechos en que se basan, mostrará que la posición de los científicos ortodoxos no es
tan invulnerable como el profano estima. El científico se considera competente para opinar,
con expresiones altisonantes, acerca de cualquier cosa, aun acerca de aquellos profundos
temas como la naturaleza y el origen del vasto, ilimitado y complejo universo. Si
examinamos los fundamentos de sus opiniones acerca de ello, encontraremos que se basan
casi totalmente en unas pocas y débiles evidencias acerca de un número extremadamente
limitado de fenómenos observados mediante instrumentos exclusivamente físicos, como el
telescopio, el microscopio y la cámara fotográfica. Dejando de lado las limitaciones de tales
instrumentos, y sobre la base de datos recogidos con su ayuda, el científico elabora teorías
aún acerca de aquellas cosas que trascienden el campo de su investigación.

Mientras se considera justificado al sostener y difundir puntos de vista muy categóricos
sobre la base de tales endebles y escasas evidencias, califica a los claros y abrumadores
testimonios de innumerables ocultistas, sabios, santos y místicos acerca de la existencia de
mundos sutiles como no confiables y ni siquiera dignos de ser tomados en consideración.
Algunas de estas grandes almas, como el Buddha, el Cristo, Shankaracarya y Patanjali, se
yerguen como colosos en su estatura intelectual y espiritual, y a quienes un vastísimo
número de personas rindieron reverencia y han seguido durante millares de años. Otros
Mahatmas igualmente elevados y vivientes al presente, y que prefieren mantenerse
desconocidos, también dan su personal testimonio acerca de la existencia de estos mundos
más sutiles y mucho más reales. Seguramente que ninguna persona sensible echará a un
lado toda esta abrumadora y veraz evidencia basada en la experiencia de estas grandes
almas, a menos que su mente esté totalmente cerrada por los prejuicios o preconceptos.
No se trata, como se supone, de una concepción basada en hechos del mundo objetivo y de
otra concepción basada en percepciones subjetivas en el dominio de la mente Ambas son
objetivas en un sentido y subjetivas en otro. Porque, el conocimiento obtenido mediante los
órganos de los sentidos ¿no está acaso basado en la percepción de imágenes mentales
presentes en nuestra mente, siendo así subjetivo en su naturaleza esencial La gente no se da
cuenta de que los órganos de los sentidos no son sino meras avanzadas de la mente y que el
conocimiento del llamado mundo objetivo es de carácter esencialmente subjetivo.

Así pues, ambos puntos de vista acerca del mundo que nos rodea —el materialista y el
espiritual— están basados en la mente y en la experiencia humana. Se trata entonces, de
que sencillamente aceptamos al primero porque nos resulta cómodo y deseamos
permanecer envueltos en las seductoras experiencias de la vida inferior, y de rechazar el
segundo porque no queremos encarar los problemas reales de la vida y emprender la tarea
de desechar las ilusiones y limitaciones en las que estamos involucrados.

A fin de considerar la confiabilidad relativa de ambos puntos de vista, el materialista y el
espiritual, no acudiremos a la descripción de las doctrinas del Ocultismo que pueden darnos
una idea del universo más sutil y real que se oculta tras el universo físico visible; no
complicaremos los resultados entrando en estos detalles en la etapa inicial. Consideremos
tan sólo la siguiente simple cuestión: ¿es el universo físico que podemos conocer con los
cinco órganos de los sentidos, y auxiliados por instrumentos, la única realidad existente?
¿O es ésta la corteza más externa de un universo más vasto y real que existe oculto dentro
de aquél?
No complicaremos este problema y su consideración con detalles concernientes a la
naturaleza de la parte invisible del universo, porque si es cierto que hay un universo
invisible más sutil, de varios grados de sutilidad oculto tras el universo físico, o que el
aparentemente material universo que conocemos es de naturaleza esencialmente mental,
entonces todo el edificio del materialismo científico se resquebraja hasta los cimientos y
todas sus pomposas conclusiones con relación a la naturaleza del hombre, del universo y de
las metas materialistas y fines de la vida humana, pierden valor y sentido. Es recién
entonces que se abre el camino para pensar seriamente acerca de la naturaleza de este
universo invisible pero no menos real, y su relación con el universo visible que
reconocemos con nuestros cinco órganos de los sentidos.

Dejemos ahora el problema de la naturaleza del universo y vayamos al hombre. Aquí
también encontraremos un nítido y refrescante contraste entre los puntos de vista del
materialismo científico y los de Ocultismo.

En primer término pasemos a considerar qué es el hombre según el materialismo científico.
Se lo menciona como «el hombre, ese desconocido”, con lo que se quiere dar a entender
que no conocemos ni podremos conocer del hombre nada más que lo que los cinco órganos
de los sentidos, auxiliados por instrumentos físicos, permiten conocer. En otras palabras, el
hombre es solamente su cuerpo físico y que cualesquiera otras experiencias que puedan
tener lugar son sólo subproductos de sus funciones. El hombre sería, así, un animal que de
alguna misteriosa manera ha desarrollado algunas facultades mentales y alguna inteligencia
como subsiguiente paso, en el proceso evolutivo, y que continuará desarrollándose en esa
dirección si es que antes él no sumerge al mundo en el holocausto de una devastadora
guerra atómica que lo retrotraiga a la etapa simiesca.

Expuesto de este modo, ese punto de vista puede parecer chocante, pero está implícito en
las teorías científicas corrientes en estos días y que son aceptadas sin dudar por los
intelectuales modernos y sus seguidores. No sólo han aceptado este punto de vista, sino que
están muy orgullosos de las consideraciones racionales y científicas sobre las que se basa
ese punto de vista. La formulación de que el hombre es de origen divino, divino en su
naturaleza y que tiene latentes e ilimitadas potencialidades divinas ocultas en su interior, es
considerada obsoleta y fundada tan sólo en una mera expresión de deseos.

Si se considera al hombre como un animal evolucionado, que ha desarrollado una mente
como un sub-producto en el curso natural de la evolución, entonces será natural que aquel
que se atribuye la responsabilidad de su bienestar lo traten básicamente como un animal.
Ellos prolongan su vida y se la hacen lo más cómoda posible, tratan de promocionarle
entretenimientos para sus necesidades emocionales y arte, literatura, etc., para sus
necesidades intelectuales; finalmente, la proporcionan un funeral decente cuando
desaparece tras el telón de la muerte, considerándose ya que su vida como individuo ha
terminado para siempre, ¿qué otra cosa puede desear un animal?

De esta concepción del hombre como un animal glorificado, se sigue el total desdén por su
individualidad y por el derecho a actuar con ella en la forma en que la comunidad juzgue
deseable o necesario. No tiene derecho a sostener opiniones propias para vivir su vida como
mejor crea, cuando dichas opiniones contraríen e interfieran con los planes de la mayoría o
de los que detentan el poder. Se considera total mente justificable destruir individuos, o
masas de individuos cuando aquellos que se consideran sus protectores piensen en que ello
sea necesario o deseable. Se verá cuán similar es esta actitud a nuestra conducta con
relación a los animales. Los alimentamos bien, les damos todas las comodidades posibles,
pero cuando necesitamos carne, los carneamos sin piedad.

Es vivificante el poder abandonar esta degradante concepción del origen, naturaleza y
destino humanos que la filosofía materialista nos ha dado y pasar a la concepción del
Ocultismo. Esta concepción espiritual no es producto de la ideación arbitraria de un
individuo o grupo de ellos quienes, sin conocer y aun sin querer investigar las realidades de
la vida, hayan formulado elaboradas teorías acerca de la naturaleza e ideales humanos y de
los métodos para realizarlos, basando sus teorías, solamente en la observación y estudio de
los fenómenos superficiales y efímeros de la vida. Se basa por el contrario, en la Sabiduría
y directa experiencia de Grandes Adeptos que han sido capaces de penetrar en los más
profundos misterios de la vida y que encontraron aquella Realidad que yace en la base de
todo el universo y que, de una manera misteriosa pero real, lo contiene totalmente dentro de
Sí.

Tales Seres liberados, que han trascendido las limitaciones e ilusiones de los mundos
inferiores, y que están permanentemente establecidos en esa Realidad, son los únicos que
están en situación de dar una firme cuanto confiable opinión respecto de estas cuestiones
vitales concernientes al hombre y al universo. Quienes basan sus conclusiones relativas a
estas cosas en lo que pueden ver a través de microscopios y telescopios, pero
permaneciendo envueltos en las más groseras ilusiones de los mundos inferiores, están
obviamente incapacitados para hacerlo, simplemente porque su conocimiento es tanto
incompleto como incierto y divorciado de la sabiduría. Y si fuera necesario dar una prueba
de esto, la tendríamos en las condiciones agudamente caóticas, conflictivas y riesgosas en
que ha caído el mundo por seguir la filosofía del materialismo. Después de todo, una
filosofía ha de ser juzgada por sus frutos.

Aparte de esto, cualquiera que compare los diferentes métodos de asegurar y promover el
bienestar humano con mente desprejuiciada, habrá de conceder que los métodos humanos
adoptados por la filosofía espiritual de la vida están mucho más en conformidad con
nuestras ideas de lo que es una conducta civilizada que los bárbaros métodos seguidos por
los adeptos de la filosofía materialista. Ésta prefiere el conflicto y la lucha; aquella la
cooperación y la fraternidad - Una se basa en el odio y la violencia para resolver los
problemas internacionales, la otra en la razón, la comprensión y la justicia. Una es
insensible en su actitud hacia el hombre común y sin la más mínima vacilación inflinge
innecesario sufrimiento a grandes masas de gente; la otra es muy sensible y cuidadosa
respecto al modo en que pueden afectar a la vida de la gente sus decisiones políticas. Una
aprecia y respeta la individualidad humana y trata de crear un ajuste armonioso entre las
necesidades individuales y la sociedad; la otra considera desdeñable al individuo y no le
importa masacrarlo sin piedad para lograr sus fines.

Con seguridad que cualquiera que observe la anterior descripción comparativa de los
ideales y los métodos de ambas filosofías, verá de inmediato que sus diferencias surgen —y
son consecuencia inevitable de ello— de considerar al hombre como un animal
evolucionado por un lado, y un ser espiritual enraizado en la divinidad por otro.
Por lo tanto, si hallamos que la filosofía materialista ha creado condiciones intolerables y
peligrosas, el remedio obvio será adoptar la otra filosofía, al menos en alguna medida, a
título experimental.

La historia ha mostrado, una y otra vez que el mero hecho de que grandes masas de
individuos adhieran a una ideología o modo de vida particular, no significa necesariamente
que tengan razón. La mente de la masa es muy gobernable por la sugestión y la
regimentación, y puede ser fácilmente influible apelando a los instintos inferiores, a
prejuicios estrechos y a las bajas pasiones de la humanidad.

Ha llegado el tiempo de iniciar algún replanteo respecto de los vitales problemas que
enfrentamos, y ver si no debemos ya poner en franca prueba la filosofía espiritual.
Substituyamos seria y honestamente el conflicto por la cooperación, el ocio por el amor, la
violencia por la razón, el mero poder por la Sabiduría, la adhesión mecánica a ideologías
arbitrarias por un inteligente encarar los problemas de la vida, el seguimiento ciego a un
líder o a un partido por un sentido de responsabilidad individual. En síntesis admitamos el
fracaso de la filosofía materialista y pongamos en marcha la filosofía espiritual.

No necesitamos entrar aquí en el problema de dilucidar la naturaleza y el contenido de la
filosofía del Ocultismo por que este es un tema muy amplio y todo este libro está
encaminado a proporcionar vislumbres de él, dentro de las tremendas limitaciones que el
pensamiento, y especialmente el lenguaje, imponen al tratar de presentar tales verdades.
Lo que sí es necesario, al menos, es señalar aquí brevemente y de un modo general, cuál es
la concepción del hombre que esta filosofía presenta, a fin de quedar habilitados para
compararla con la concepción del hombre según la filosofía materialista.
El Ocultismo sabe que el hombre es un ser mental actuando por intermedio del cuerpo
físico que le sirve de instrumento para ganar experiencia en el plano físico No sólo es una
entidad mental, sino que posee un centro espiritual de ilimitada potencia en el cual puede
realizarse como uno con aquella Realidad que subyace en el universo y que se designa
vagamente como Dios. Mediante este centro espiritual, o más bien divino, oculto tras
muchas capas mentales, es que el hombre puede entrar en contacto con todo el universo en
todos sus grados de sutilidad y fundirse dentro de las más internas profundidades de su
propia consciencia, con el misterio eterno de su propia naturaleza total, del Universo y de
aquella Realidad de la cual ambos proceden. Precisamente porque el hombre contiene
dentro de sí el misterio final de su existencia, oculto tras las más internas honduras de su
mente, es que puede llegar a ser consciente de él, trascendiendo sistemáticamente las
diferentes capas de la mente.

La filosofía del ocultismo se basa sobre el sistemático desentrañar así de este misterio, tarea
realizada por un gran número de Adeptos del Ocultismo, algunos de los cuales han
aparecido de tiempo en tiempo en el mundo, como sabios, santos y místicos. Es esta
corporación de hombres la que ha reunido esta Sabiduría Eterna, verificada, una y otra vez
con su propia experiencia, la cual la preservó a través de las edades para la humanidad. Son
los reales guardianes de la humanidad, que actúan constantemente detrás de bastidores y la
guían a lo largo de su designado sendero de evolución, con Su sabiduría infalible y con Su
voluntad sin vacilaciones.

Ya debería resultar claro, según todo lo que se ha dicho arriba, que realmente no hay
comparación entre esta filosofía y la del materialismo. Esta última se basa en las
percepciones sensoriales de gente que aún está atrapada en las limitaciones de la mente
inferior y quienes, con datos inciertos e incompletos, tratan de desarrollar teorías
provisorias y en constante modificación acerca del hombre y del Universo. Aquella se basa
en la experiencia directa de seres auto-realizados y liberados, quienes no solamente han
investigado sistemáticamente los mundos más sutiles, sino que también encontraron la
Verdad última de la Existencia y trataron de reflejarla en los dominios del pensamiento,
para beneficio de aquellos que aún se debaten prisioneros en sus mentes.

En la actualidad, es mucho lo que se habla de los logros de la Ciencia, de cómo el hombre
va descubriendo los secretos del átomo, penetrando en profundidades cada vez mayores del
espacio, cazando microbios y controlando enfermedades, etc., y mucha gente ingenua
piensa que esa Ciencia resolverá, en última instancia, todos los problemas humanos y que
con el andar del tiempo creará un cielo sin Dios en la tierra. Sería absurdo menospreciar los
avances de la Ciencia; ellos son realmente maravillosos, pero no exageremos su
importancia o eficacia en cuanto a la solución de los más profundos problemas que encara
la humanidad.

La Ciencia ha creado ya muy serios y apremiantes problemas, porque al ignorar las
realidades de la vida, el desenvolvimiento de nuestra naturaleza moral y espiritual no ha
guardado el mismo ritmo con el desarrollo del intelecto. Nunca hubo como ahora, más
inquietud, más temor, más conflicto, más incertidumbre, mayor acumulación de medios de
destrucción masiva, mayor concentración de poder en individuos aislados, muchos de los
cuales pueden, por un error de apreciaci6n, o por un mero accidente, destruir poblaciones
enteras e inflingir enorme sufrimiento a pueblos inocentes e indefensos.

Aun las innumerables distracciones y medios de entretener que la Ciencia provee al hombre
en creciente cantidad no son pura bendición, porque sirven para hacerlo más extravertido,
superficial y aislado de la única fuente de fuerza real, paz y sabiduría que existe en su
interior.

El creciente y casi universal descontento de la juventud, que busca liberarse en el cambio
permanente, en variadas excitaciones y aún en las drogas, todo ello es síntoma de la
enfermedad básica que aflige a nuestra civilización: la desintegración psíquica que se
produce cuando el hombre se enajena de su naturaleza espiritual y queda a la deriva de su
Centro Divino. Todo esto se debe, naturalmente, no a la Ciencia en sí, sino a la filosofía
materialista que ha sido desarrollada y adoptada por aquellos que están trabajando por el
avance de la Ciencia, o explotándola en provecho de sus estrechas miras políticas y
sociales.

Tampoco confundamos la filosofía del Ocultismo con las filosofías que generalmente se
asocian con las doctrinas de las religiones ortodoxas. Es cierto que las grandes religiones
del mundo han sido dadas por instructores espirituales que estuvieron en contacto con las
realidades internas y que, por ello, sus doctrinas fundamentales reflejan, en mayor o menor
medida, las doctrinas que forman parte del Ocultismo; pero, ninguna religión puede
conservar su prístina pureza, libre de agregados que se van acumulando a lo largo del
tiempo, ni dejar de quedar afectados por los prejuicios y debilidades de aquellos que las
transmiten de generación en generación, después de haber perdido contacto con sus
realidades internas. Es inevitable, por lo tanto, que toda religión vaya continuamente
adulterándose, haciéndose cada vez más inefectiva y formalista.

Por esta razón resulta, necesario el discernimiento en el estudio y la práctica de toda
religión, y el buscador serio de la Verdad debería tratar de separar cuidadosamente lo que
es verdadero y fundamental de lo que es falso y no esencial, resultado de agregados que
tienen lugar en el transcurso del tiempo.

Análogas precauciones son necesarias en el estudio de las diversas filosofías que han sido
propugnadas por filósofos académicos en distintos lugares y épocas. Deben ser estudiadas
con discriminación y ha realizarse el esfuerzo de separar lo que se basa en pura
especulación de lo que está fundado en el conocimiento. La prueba final de toda doctrina,
ya sea religiosa o filosófica, es ver si está basada en la experiencia directa y si puede ser
verificada experimentalmente por cualquiera que esté debidamente calificado para hacerlo,
Esta prueba puede no ser fácil, pero toda religión y toda filosofía habrán de someterse a ella
para justificar y probar su validez.

2-Necesidad de un acercamiento integral
Ya se ha indicado que un buscador de luz acerca de los grandes misterios que rodean su
vida puede orientar su búsqueda en tres direcciones: religión, filosofía y ciencia, pero si es
serio y está genuinamente interesado en develar este misterio, no logrará una real
satisfacción en ninguno de esos tres ámbitos.

Si acude a los filósofos académicos, le darán toda clase de hipótesis, cada una de las cuales
tratan de unos pocos aspectos del misterio y discute el gran problema de un modo muy
superficial. Encontrará que esas hipótesis difieren entre sí y a menudo se contradicen. Por
esta razón, y por el hecho de que son confesadamente meras elucubraciones de gente
intelectual sin ninguna base experimental, no logra ninguna ayuda en la tarea de develar el
misterio y, a veces, ni siquiera una vulgar satisfacción intelectual. En efecto, cuanto más
estudia a los filósofos académicos, más queda confundido por sus contraindicaciones y por
su incapacidad de responder directa y satisfactoriamente a los vitales interrogantes
concernientes a la vida humana.

Quienes están al tanto del desarrollo del pensamiento filosófico actual y lo estudian con
discernimiento, estarán de acuerdo en que las afirmaciones precedentes no son ni
exageradas ni injustas. La filosofía se está alejando cada vez más de su objetivo real, y
hundiéndose cada vez más en fangosas discusiones fútiles acerca de problemas artificiales,
sin ningún interés vital para nadie y que no arrojan nada de luz sobre los problemas
fundamentales de la vida. El molino de producir pensamientos filosóficos no debe
detenerse y hay que proporcionarle molienda constantemente. Nada de todo lo que pueda
permitir a los filósofos académicos mantenerse constante mente empeñados en externas
discusiones filosóficas y llenar páginas de publicaciones filosóficas es suficiente para este
molino. La misma naturaleza de la mente humana es tal que sirve de inagotable fuente de
ideas acerca de cualquier cosa.

Si el buscador se torna hacia la religión para tratar de comprender el misterio de la vida,
encontrará que la gente religiosa y sus líderes están divididos en diversos grupos o
congregaciones, cada uno suscribiendo un particular credo o conjunto de ideas religiosas,
originarias de algún guía o guías espirituales del pasado cercano o lejano. Si examinamos
cuidadosamente las doctrinas fundamentales de esas religiones, encontraremos una notable
semejanza entre ellas. Esto está indicando una fuente común y una identidad esencial, pero
este cuerpo esencial de enseñanzas puras y verdaderas ha sido tan deteriorado por el
agregado de todo tipo de dogmas, tradiciones y prácticas religiosas, que las diversas
religiones difícilmente parecerían tener algo en común o, de hecho, base alguna. En lugar
de unir a las gentes con un vínculo fraternal basado en la paternidad de Dios, les separan
cada vez más en compartimientos estancos y sirven muy frecuentemente como
instrumentos de odio y violencia en lugar de serlo de amor y comprensión.

Tal vez no haya más irónico ni más trágico en la vida humana que el fanatismo religioso,
que anula el verdadero propósito de la religión y la razón de su existencia, promoviendo el
odio y el conflicto entre los hombres y bloqueando totalmente sus potencialidades
superiores. Es inevitable que bajo esas condiciones, la vida religiosa se haga cada vez más
formalista, rutinaria y entregada a una presentación externa cada vez más elaborada. La
creencia ciega ha reemplazado a la experiencia, la letra a la espiritualidad y los actos de
caridad al amor.

Estas condiciones, prevalecientes en la esfera de la vida religiosa actual podrán ser
suficientes para las necesidades espirituales del hombre que da por sentados sus
condiciones de vida y en cuya vida la religión desempeña un papel insignificante, pero
jamás podrán satisfacer al aspirante que haya comenzado a cuestionar a la vida y que desea
las realidades internas de la religión, no sus formas externas. Dado que un número siempre
creciente de individuos en el mundo han comenzado a despertar espiritualmente, es que han
empezado a cuestionarse los valores religiosos y las formas de vida religiosa
prevalecientes. Y aun más en vista de que han comenzado a ver sus perversiones e
insuficiencias, muchos de ellos no quieren tener nada que ver con la religión. En el caso de
otros, la reacción no es tan violenta, pero quedan entonces internamente insatisfechos y no
pueden encontrar en la religión el conocimiento y la certeza que podrían ayudarlos a
trascender sus actuales limitaciones. No quieren ya las satisfacciones superficiales y el
escapismo de la religión formal, sino que anhelan la iluminación, la paz y la fuerza de la
verdadera vida espiritual.

Si el buscador de la Verdad se dirige hacia la Ciencia en busca de alguna luz acerca de los
problemas que lo conturban, se encontrará con que una situación totalmente nueva lo
enfrenta. Aquí todo es experimento, experiencia, hechos probados, certeza, pero hay una
absoluta falta de interés e información concerniente a los más profundos problemas de la
vida que están vivos en el trasfondo de la vida humana, así como ausencia de interrogantes
al respecto que deberían surgir naturalmente en la mente de la gente inteligente, incluso los
científicos. Estos han adoptado deliberadamente una actitud pragmática de acercamiento a
la vida, y decidido arbitrariamente a limitar su atención a la investigación de los fenómenos
físicos mediante medios físicos. Se rehúsan a tener algo que ver con los más grandes y más
profundos problemas de la vida, muchos de los cuales han surgido de descubrimientos de la
Ciencia misma.

Pero estos más profundos problemas de la vida no desaparecen por el hecho de ignorarlos
voluntariamente. Aparecen bajo la forma de otros problemas, generalmente más serios y a
veces mortales.

Si desconocemos las necesidades de nuestra naturaleza espiritual y consideramos a la moral
como algo innecesario para el progreso, podremos poner a Dios en la heladera y hacer lo
que se nos antoje sin inhibiciones, pero entonces el problema aparecerá bajo la forma de
una bomba de hidrógeno y de la espantosa posibilidad de una guerra atómica que puede
exterminar a la humanidad.

Así, pues, una filosofía científica basada meramente en experimentos desarrollados dentro
de los límites de un muy estrecho campo de investigaciones, y ajena a la consideración de
problemas que tengan alguna relación con las esferas religiosas y filosóficas, es no
solamente inadecuada sino extremadamente peligrosa y puede, en última instancia,
conducir a la destrucción de los mismos que la profesan y que irreflexivamente la
propagan. Por consiguiente, el buscador de la Verdad no podrá hallar, en el dominio de la
Ciencia, aquel conocimiento y aquella satisfacción tras los que anda, y el misterio que trata
de develar continuará tan impenetrable como antes.

¿Qué es lo que falla en todos estos diversos métodos de acercamiento adoptados en la
tentativa de develar el misterio de la vida y encontrar la Verdad subyacente en mundo
fenoménico en que nos encontramos involucrados? ¿Por qué no pueden auxiliar al aspirante
serio que ansía luz acerca de los problemas más profundos de la vida y que ya no pude
perseguir ciegamente las limitadas metas que les ofrecen, desde sus respectivos campos de
acción, la Religión, la Filosofía y la Ciencia?

Si estudiamos el asunto cuidadosamente y con una mente abierta, encontraremos que las
metas finales de las tres es la misma, y que las tres representan tan sólo otras tantas vías de
consideración para encontrar la verdad última acerca del hombre, de Dios y del universo.
Si se reconociese este hecho, entonces podría verse porque esos tres dominios no pueden
cumplir plenamente sus fines en sus respectivos campos ni alcanzar su común meta final.

La razón obviamente está en la falta de un acercamiento integral, y en la tradicional y
errónea modalidad de trabajo en compartimientos estancos. Veamos ahora cómo esta falta
de un acercamiento integral actúa en detrimento, de las tres y les impide alcanzar la
consumación de sus esfuerzos en sus respectivos dominios.

El aislamiento de la religión de la filosofía la priva del pensar filosófico, sin el cual no
puede haber una base firme y definida para un verdadero esfuerzo religioso. Si la meta final
de la religión no consiste en seguir meramente un código externo de conducta, sino hallar y
vivir en comunión con Dios, deberemos, primeramente, tener alguna idea acerca de la
naturaleza del alma humana, de Dios y de la relación existente entre ambos; debemos
conocer la naturaleza de la mente y sus ilusiones y limitaciones y cómo trascenderlas.
Todas estas cuestiones, y muchas más, caen dentro del dominio de la filosofía, y el
aspirante deberá haber pensado y clarificado sus ideas acerca de ellas Solamente con este
trasfondo mental filosófico podrá saber con cierta claridad cuál es su meta y cómo podrá
alcanzarla. De otro modo, continuará a la deriva en un mundo de vagas aspiraciones e ideas
religiosas, a merced de los demás, que podrán invitarlo a sus propias sectas y
eventualmente podrán explotarlo para sus propios fines.

Muchos piensan que existe un antagonismo entre la ciencia y la religión. Esta es una
concepción equivocada que deriva de nuestras estrechísimas y preconcebidas ideas acerca
de las finalidades reales de la ciencia y de la religión. Es cierto que en la historia reciente
del progreso científico, la ortodoxia religiosa y la ciencia han entrado en conflicto a
menudo, pero ello sólo se ha debido a su limitada y estrecha visión respecto de sus
finalidades reales. La característica fundamental del desarrollo científico es su actitud
experimental hacia todos los problemas y la creación de técnicas definidas y efectivas para
la solución de aquellos problemas. Ambas cosas son necesarias para el aspirante que quiera
realizar su propia experiencia de las realidades de la vida religiosa. El divorcio de la
religión y la ciencia indicará, por eso, que la meta real de la religión continuará sin ser
alcanzada y la vida religiosa seguirá estéril.

El aislamiento de la filosofía de la religión y la ciencia conduce a análogas condiciones
detrimentales para la filosofía. La meta real de la filosofía es inquirir y lograr una clara y
verdadera comprensión respecto a la naturaleza del hombre y del universo. Desde que
ambos derivan de aquella Realidad que llamamos Dios, un divorcio entre la filosofía y la
religión implicaría que este pensar no podrá ser llevado hasta su meta final y que el misterio
de la vida, privado de su clave fundamental, continuará sin resolver. Es por esta razón que
la filosofía puramente académica, sin asociación alguna con un profundo pensamiento y
espíritu religioso será inútil, un interesante pensamiento especulativo desarrollado para
entretenimiento de los filósofos, con ausencia de todo interés vital detrás de él.
Sin embargo, no basta con asociar a la filosofía con el pensamiento religioso; si las
conclusiones de la filosofía han de tener algún valor, deben ser susceptibles de realización.
La realización sólo viene cuando el aspirante recorre aquel sendero de experiencia y
conocimiento directo que constituye la ciencia del Yoga. Y así no sólo tendremos un enlace
entre la filosofía y la religión, sino que dicha unión será consumada por la fructificante
técnica de la ciencia.

De lo que ocurre cuando la ciencia se aísla de la religión y de la filosofía, ya se ha hablado
precedentemente con cierta extensión en la primera parte de este Prefacio. Ciencia es el
conocimiento de los hechos de la existencia y de las leyes de la Naturaleza. Un
conocimiento tal proporciona poder, y poder sin sabiduría es una cosa peligrosa que puede
acarrear consecuencias muy indeseables. Y la sabiduría sólo puede provenir de la verdadera
religión y de la filosofía,

También la ciencia, sin la amplia visión que proporciona la asociación con la filosofía y la
religión, estrechará sus concepciones y finalidades y puede quedar confinada al
conocimiento extremadamente limitado de los fenómenos del mundo físico. La ciencia, con
un verdadero trasfondo filosófico y religioso, podrá ver los fenómenos de la Naturaleza
desde un punto de vista más profundo y más amplio y con una mejor perspectiva; podrá
tener un mejor sentido de los valores y organizar la búsqueda de la Verdad desde un punto
de vista superior y con una finalidad más honda. Finalmente, no estará obligada a servir
solamente a las necesidades físicas e intelectuales del hombre y a convertirse en un
instrumento de gobiernos y políticos inescrupulosos.

Dado que tan sólo hay una Realidad única en la base del Universo, tanto del visible como
del invisible, debe haber solamente una Verdad final, la cual es perseguida a lo largo de las
tres diferentes vías de la religión, la filosofía y la ciencia.
El conocimiento de esta Verdad —“conocida la cual todo es conocido”— es la meta de
todos los ocultistas. Adeptos del ocultismo han alcanzado este conocimiento trascendente,
el cual no sólo los ha liberado de las ilusiones y limitaciones de los mundos inferiores sino
que los ha capacitado para guiar a la humanidad con infalible sabiduría y certeza.

De lo que ha sido dicho precedentemente, también se infiere que las tres clases de
conocimiento obtenido en las primeras etapas de las tres líneas distintas, así como los
métodos para obtenerlas, comienzan a interpenetrarse entre sí, a medida que avanzamos
hacia el interior de niveles más profundos de consciencia. Así, el desarrollo de un
acercamiento integral es inherente a la verdadera naturaleza de las cosas, y en la medida en
que la religión, la filosofía y la ciencia ganen en comprensión acerca de sus respectivas y
verdaderos objetivos, fatalmente se irán acercando mutuamente.

Cuando comprendamos los amplios y verdaderos propósitos de la religión, de la filosofía y
de la ciencia, comenzaremos a ver la absurda actitud de quienes, trabajando en cada uno de
esos campos, lo hacen como si fueran compartimientos aislados y que, con frecuencia,
consideran a quienes lo hacen en los otros con sentimientos que lindan con la hostilidad o el
desprecio. La razón, tal como se ha señalado arriba, es la estrechez de miras resultante de
confinar las respectivas finalidades de su trabajo dentro de límites injustificadamente
estrechos.

Empero, la presión de las fuerzas evolutivas provocará una progresiva expansión en las
concepciones de la humanidad que quebrará todo tipo de barreras artificiales, inclusas
aquellas que en la actualidad existen entre la religión, la filosofía y la ciencia. Debemos
trabajar todos juntos, colaborar de todos los modos posibles y hacer causa común contra la
ignorancia, la ilusión y el sufrimiento en que todos estamos por igual involucrados, aunque
muchos de nosotros no estemos conscientes de estas limitaciones. Deberemos aprovechar
todo cuanto sea útil y esencial en los métodos y concepciones de quienes trabajan en los
otros campos y poder, así, actuar más eficiente y útilmente en nuestra propia esfera.
Este tipo de colaboración es no sólo deseable sino absolutamente necesaria para un trabajo
efectivo, porque los empeños de la religión, de la filosofía y la ciencia tras la Verdad son
realmente complementarios.

La Religión nos proporciona el poder motivante o urgencia para la búsqueda de esa verdad,
y nos da el beneficio de la experiencia y el consejo de aquellos instructores religiosos,
santos y sabios que han hollado este camino y que han encontrado esa verdad en el interior
de su propio corazón por sus propios esfuerzos. Sin la fe indomable en la existencia de esa
Verdad (que es generalmente denominada Dios) y la tremenda atracción y amor a ella que
sólo la religión puede despertar es imposible hollar el difícil sendero que lleva a la Autorealización.
La Filosofía prepara el terreno para esta divina aventura estimulando el espíritu de
investigación creando la propia apreciación en los más profundos problemas de la vida,
dando alguna idea acerca de nuestra propia naturaleza y de la naturaleza del universo al que
pertenecemos y, finalmente, dándonos algunas indicaciones acerca de la dirección hacia la
que debemos dirigir nuestros esfuerzos. Pero una filosofía solo realmente podrá ayudar en
cuanto no sea especulativa y si basada en la experiencia, sobre hechos descubiertos por
aquellos que intentaron y triunfaron en la resolución de estos problemas y pueden, por lo
tanto, hablar con autoridad y confianza. Solamente una filosofía tal puede ser aceptada con
confianza, aunque más no sea tentativamente, hasta que estemos en condiciones de poder
verificar los hechos de la vida interior por propia experiencia.

Es la Ciencia la que provee la actitud y las técnicas por cuya aplicación pueden hacérsenos
reales las verdades de la vida interior. Sin esa realización no podremos elevarnos por arriba
de las ilusiones y limitaciones de los mundos inferiores.

Así, la comprensión dada por la filosofía, la atracción despertada por la religión y los
medios provistos por la ciencia, todos son necesarios por el buscador de la Verdad si es que
quiere triunfar en su dificultosa tarea.

Es de esperar que los fanáticos y los ortodoxos en estas diversas esferas de actividad e
investigación insistan en permanecer aislados dentro de sus estrechas miras y limitadas
esferas de trabajo, por lo cual no estarán en condiciones de ver la necesidad, la eficacia y la
magnitud de esta alianza entre la religión, la filosofía y la ciencia para el descubrimiento de
la Verdad. No hay razón valedera, pues, para que gente realmente inteligente,
genuinamente interesada en los más profundos problemas de la vida, encuentre difícil
aceptar este principio y adoptarlo sin reservas en su trabajo. Y tan racional y plena de
sentido común es esta actitud, que está destinada a derribar gradualmente las concepciones
estrechas y las ortodoxias de los que actúan en estos diversos campos y, tarde o temprano,
unirlos en una común fraternidad de buscadores de la Verdad cuando esta hermandad
llegue a realizarse, veremos que es no sólo posible organizar la búsqueda de la Verdad más
intencionada y efectivamente, sino que muchos de los problemas que obstaculizan el
progreso de la humanidad y que son generadores de caos y conflictos en todas partes,
comenzaran a disolverse natural y rápidamente.

Síntesis e integraciones de varias clases están teniendo lugar en varias esteras de la vida por
doquier, pero la síntesis de la religión, de la filosofía y de la ciencia que, tarde o temprano,
habrá de concretarse, es la más grande de las síntesis en la que uno pueda pensar y la que
encierra la mayor carga de posibilidades más beneficiosas. Ella pondrá fin no sólo a los
conflictos entre religiones y filosofías, sino que nos permitirá ver la vida y sus problemas
desde un punto de vista más amplio y más profundo así como cooperar sin reservas y
efectivamente en todas las esferas del quehacer humano.

Que esta síntesis es posible resulta evidente de lo ya dicho arriba. El Hinduismo reconoció
las imposibilidad de separar la religión de la filosofía, y así fue que ambas ramas del saber
se interpenetraron en el desarrollo del pensamiento y la cultura hindúes.

Los instructores religiosos hindúes, llamados rishis fueron grandes filósofos, y los grandes
filósofos fueron generalmente Yoguis dedicados a la tarea de develar, por experiencia
directa, el misterio que yace tras del alma humana y del universo.

Aunque la filosofía que ellos propiciaban estaba basada en la razón y era presentada en un
lenguaje intelectual, estaba, sin embargo, íntimamente asociada con los problemas de la
religión y a menudo derivados de sus realizaciones directas de las verdades de la vida
interior. Ellos primero realizaron las verdades en sus propias vidas penetrando
profundamente en sus propias mentes y luego las presentaron bajo la forma de una filosofía
razonada y racional.

En el dominio del pensamiento, sin embargo, esta síntesis de la religión y de la filosofía no
es la síntesis final con relación a los problemas más profundos de la vida. Tal como se ha
señalado arriba, nos será necesario incluir otra importante rama del conocimiento en esta
síntesis: la ciencia, para hacerla más rica pero no final. De hecho, el elemento científico
estaba incluido en la síntesis de la religión y la filosofía acometida por el Hinduismo,
porque el Yoga es una ciencia experimental y la filosofía yóguica y su técnica son una parte
integrante del Hinduismo.

Todo conocimiento oculto genuino que forma parte de la filosofía y la religión hindúes está
basado, en última instancia, en las experiencias directas y en los experimentos sistemáticos
de los Yoguis, muchos de los cuales prefirieron mantenerse desconocidos del mundo y que
por eso no son figuras históricas. Ellos comunicaron sus experiencias a sus discípulos
avanzados o las incorporaron en tratados, bajo un lenguaje un tanto velado.

Sin embargo, como la ciencia física no se había desarrollado hasta el punto considerable
que ha alcanzado hoy, el elemento de la ciencia no estaba adecuado y explícitamente
representado en la síntesis del conocimiento que se había realizado.

Ahora que tal ciencia se ha desarrollado tremendamente en el pasado reciente, es posible
intentar esta mayor y más completa síntesis satisfactoriamente. Esto puede realizarse de
varias maneras, algunas de las cuales son:
1) Interpretando las verdades de la religión y de la filosofía en términos de pensamiento
científico moderno en todo lo posible, haciéndolas así más fácilmente comprensibles y
aceptables.
2) Inculcando el espíritu científico en la persecución de metas religiosas y filosóficas, lo
cual significa poner el énfasis en la actitud experimental y en el método experimental y en
la importancia de probar y experimentar con las verdades de la religión y de la filosofía.
3) Estimulando a los estudiantes y aspirantes a penetrar en los dominios más profundos y
desconocidos de la mente en los que están ocultas las realidades de la vida. Esto no es fácil,
pero puede realizarse un prudente comienzo estimulando el estudio del Yoga inferior y de
sus técnicas elementales. Esto prepara el terreno para hacer posibles la práctica del Yoga
superior y la realización de las verdades espirituales

Es necesario señalar aquí que, en el presente estado de cosas en el mundo y dadas las
modalidades de carácter de los científicos, de los filósofos académicos y líderes religiosos
en general, no es posible establecer de inmediato esa clase de cooperación y colaboración,
tan deseada como posible.

El obstáculo principal que se opone al logro de tan deseable propósito es la ortodoxia. La
ortodoxia no es un vicio exclusivo de la gente religiosa, aunque esta sea la impresión
general. Las ortodoxias de los filósofos y de los científicos están, en cierto modo, más
profundamente arraigadas y son más rígidas y, por consiguiente, más difíciles de
trascender, porque están basadas tan sólo en el conocimiento intelectual, con escasa luz de
la intuición. Es la intuición la que da comprensión y hace posible la flexibilización y
liberalización de las actitudes.

En lo que a la ciencia concierne, esta tentativa de promover una mayor comprensión y
cooperación tendrá que limitarse, por ahora, a la apertura de canales de comunicación,
utilizando las descubrimientos y teorías de la ciencia para una comprensión más clara de las
doctrinas del ocultismo y proporcionando a los científicos claves que puedan ayudarles a
salir de las contradicciones y dificultades a las que han llegado.

Este trabajo requiere muchísima precaución y discernimiento, pues muchas tentativas
entusiastas pero imprudentes de gente que querría promover esa comprensión y
colaboración, puede hacer más mal que bien. Resulta más fácil difundir estas ideas entre el
público general cuyas mentes no hayan sido muy condicionadas, y entonces dejar que la
presión de la opinión pública así preparada vaya influyendo paulatinamente en el pensar
científico. El público constituye la corte de apelaciones final en la batalla de las ideas, en el
caso de gentes que representen diferentes puntos de vista en todas las esferas de la vida
políticos, científicos, religiosos, etcétera.

Y todo cambio de naturaleza vital habrá de sobrevenir necesaria y gradualmente a
continuación de cambios verificados en las mentes de la gente en general. El problema
individual es el problema del mundo.

Una característica esperanzada en medio de la difícil situación anteriormente descripta, es
que los descubrimientos realizados en el acelerado e inesperado desarrollo de la ciencia han
tenido un efecto moderador sobre la mente científica. Durante mucho tiempo, y en la
primera oleada de desarrollo, los científicos como clase se sintieron muy seguros,
triunfantes y desdeñosos de las opiniones ajenas a las suyas. Pensaron, y así lo hacían
aparecer, que pronto estarían en condiciones de desentrañar el misterio final del universo y
traer el cielo a la tierra; pero hechos inesperados y frecuentemente confusos que les han
salido al paso y los serios problemas aparentemente insolubles que ellos mismos han creado
con motivo de sus propios descubrimientos e invenciones, todo ello ignorando los valores
morales y espirituales, ha obligado a los más abiertos mentalmente entre ellos, a objetar sus
ideologías y propósitos generales.

La materia, que constituía la base del materialismo científico ha quedado resuelta en
energía y radiación, lo cual en realidad no ha hecho sino socavar el terreno bajo sus pies. El
esquema perfecto que se encuentra en todas partes de la Naturaleza, la coordinación
inteligente de diferentes fuerzas naturales para el logro de todos los objetivos naturales, la
precisión matemática con la que todas las leyes de la Naturaleza actúan, han hecho volar en
pedazos la teoría de que “el universo es una agrupación fortuita de átomos”, y ha inclinado
a algunos científicos juiciosos a hablar de un posible Arquitecto del universo, que habría de
“ser un matemático”.

Las inmensas cantidades de energía que se necesitaron y los potenciales a que éstas dieron
origen para el comienzo de un universo, han sugerido a sus mentes la posibilidad de la
existencia de un Creador, porque la energía, insenciente, no puede elevar su propio
potencial. EL recientísimo descubrimiento de los ‘quasares” ha sumido a los astrónomos
“en un estado de excitada confusión”, haciendo dudar, a muchos de ellos, de sus teorías
acerca del universo y de las premisas sobre las que se basan.

Todo esto es para bien, porque está destinado a moderar la actitud de los científicos
ortodoxos y a hacerles tomar consciencia de que existen fuerzas y realidades que hay que
tomar en cuenta y que hasta ahora habían ignorado, y que ya no pueden ignorarse. Cuando
la Naturaleza quiere romper un molde rígido que hemos creado con nuestros prejuicios y
ortodoxia, nos sume en un estado de confusión y nos coloca en situaciones imposibles y de
las cuales sólo podemos salir abriendo las puertas de nuestra mente y clamando por luz.
Análogamente en religión y filosofía, en las que están surgiendo situaciones que
paulatinamente van llevando a moderar las actitudes de los individuos y haciendo que poco
a poco vayan advirtiendo la necesidad de cooperación en estos tres distintos campos. Ello
no significa que los viejos prejuicios y hábitos de pensar hayan desaparecido y que la gente
ya esté lista para encarar un acercamiento sintético y cooperativo, pero de todos modos, la
deseabilidad e inevitabilidad de un tal acercamiento están siendo reconocidas entre la gente
más reflexiva.

Movimientos de esta naturaleza y cambios fundamentales en las actitudes de los hombres
en general, necesitan mucho tiempo para concretarse y arraigarse en las mentes. Por lo
tanto, no debemos esperar una transformación rápida y espectacular al respecto.

Sin embargo, quienes crean en este acercamiento sintético deberían enfatizarlo en todas
partes, y lo que es más importante, deberían hacer ver con aplicaciones prácticas su obvia
superioridad sobre los puntos de vista estrechos y extremadamente limitados que aprisionan
la vida y la mente del hombre. Ellos deberían recordar la máxima sánscrita: satymeva jayete
nanritam (será la verdad la que prevalezca finalmente, y no la falsedad).

3. Plan y propósito de libro
Ya se ha señalado arriba que un acercamiento integral en la tarea de develar el misterio de
la vida no sólo es deseable sino necesario, a fin de poder abarcar este difícil problema.
La mejor prueba de ello es el hecho de que el profundo conocimiento referente a las
realidades internas de la vida que llamamos Ocultismo ha sido adquirido adoptando este
acercamiento integral. Este conocimiento se basa en la experiencia directa de aquellos que
se han capacitado para poder penetrar en el mismísimo corazón del Gran Misterio, y
alcanzado aquella visión trascendental en la que el hombre, Dios y el universo son
percibidos en su real y esencial naturaleza como aspectos de una única Realidad.
Esta visión trascendente de la Realidad subyacente en los tres aspectos en que se resuelve el
Gran Misterio y la Verdad de verdades que se revela, no puede ser formulada en términos
de intelecto ni comunicarse a otros, Debe ser obtenida por cada cual por sus propios
esfuerzos dentro de las más profundas reconditeces de la propia consciencia.

Sin embargo, lo que sí es posible comunicar son los aspectos esenciales de este
conocimiento, y ello en términos muy generales para el gran público, lo cual basta para dar
al aspirante alguna idea acerca de las realidades internas de la vida y prepararlo para dar
aquellos pasos preliminares que lo habilitarán después para hollar el sendero del Ocultismo
práctico.

Todo ser humano tiene el derecho inherente a liberarse de las ilusiones y limitaciones de la
vida inferior, y debe dársele una oportunidad de comenzar cuando se sienta inclinado a
hacerlo así. Siempre puede empezar emprendiendo una búsqueda seria y aprendiendo a
seguir una vida recta, lo cual abre las puertas de la vida interna; pero, son pocos los que
están listos para hollar el arduo y oculto sendero que lleva, finalmente, a la Iluminación.
Esto es todo lo que aun los más grandes instructores espirituales pueden hacer por el
hombre común.

Este es el conocimiento, comunicable y comprensible, que se encuentra en forma
fragmentaria en la literatura de las religiones reveladas y en las Escuelas de los Gnósticos y
de los Místicos. Se llama Ocultismo o Gupta-Vidya —el «conocimiento secreto”— porque
sus más profundos aspectos son, en verdad, de naturaleza esotérica, o sea, que sólo pueden
comunicarse mediante la experiencia definida y directa a aquellos que son iniciados o que
de alguna manera están adecuadamente calificados para ello. Aquí no es necesario decir
qué es el Ocultismo. Todo este libro está destinado a proporcionar al estudiante algunas
vislumbres de este conocimiento trascendente, en la medida en que en el plano intelectual
esto pueda hacerse.

El Ocultismo tiene sus aspectos teórico y práctico. El primero se refiere al trasfondo
filosófico de la sabiduría, mientras que el segundo trata de las técnicas que capacitan al
estudiante a hollar el sendero del desarrollo y verificar con su propia experiencia las
verdades con las que la filosofía está relacionada.

Para el mero estudiante un estudio del Ocultismo teórico basta. Le dará una clara
comprensión de la vida humana, de su puesto en el cosmos, la naturaleza y destino del alma
humana y su evolución a través de una serie de vidas de acuerdo con las leyes de la
Naturaleza, incluyendo la ley del Karma. Se conformará, entonces, con un conocimiento
intelectual de segunda mano, con todas las imperfecciones características de tal
conocimiento. No podrá esperar alcanzar ni la certeza ni la iluminación, que sólo pueden
venir hollando el sendero del Ocultismo práctico.

Si bien este conocimiento teórico del Ocultismo es de utilidad limitada, aun todavía en esta
forma provee a la mente humana de algunas de las concepciones religiosas y filosóficas
más profundas y confiables relacionadas con la naturaleza del hombre, de Dios y del
universo, las que permiten captar mentalmente las realidades de la vida interior de la mejor
manera posible. El buscador serio encontrará esto no sólo de un fascinante interés desde el
punto de vista filosófico sino que, al dominarlas, adquirirá una profunda comprensión de
los problemas de la vida humana que tal vez le resultara imposible por otros medios.
Un tema que trata del vasto universo, tanto en su aspecto visible como en el invisible, del
hombre, el conocido y el desconocido, y de aquella Realidad subyacente y que es, a la vez,
fuente de ambos, habrá de ser, por su misma naturaleza, ilimitado en sus alcances y poseerá
profundidades insondables y además, será capaz de satisfacer las necesidades de todos los
individuos, cualquiera que sea su nivel de desarrollo mental y espiritual. Esto es muy cierto
del Ocultismo que según las palabras de un devoto cristiano, “contiene vados que hasta un
niño podría pasar y profundidades en las que hasta un gigante habría de nadar”. Algunos de
los aspectos inferiores del Ocultismo pueden ser estudiados y comprendidos por casi todos
los buscadores que se aproximen al tema con mente abierta y sincero deseo de conocer las
verdades de la vida interna; pero sus aspectos superiores, los que se relacionan con las
realidades de la existencia y están destinadas a aclarar los interrogantes últimos en los
campos de la filosofía y la psicología, ya exigen un intelecto entrenado y un interés
sostenido.

Un buscador que realmente quiera comprender los profundos problemas de la vida y
realizar un estudio fructífero, debe estar en condiciones para dedicar sistemáticamente
tiempo y estudio a este tema. Eso es necesariamente así porque no podremos comprender
cabalmente el significado de parte alguna de un todo a menos que tengamos una idea acerca
de lo esencial de ese todo y veamos así la parte en su correcta perspectiva dentro del todo.
Y esto es particularmente cierto en Ocultismo, que trata especialmente del Todo, de las
realidades fundamentales de la existencia, de la totalidad de la vida en todos sus aspectos.

Conocer todo esto sólo superficial o parcialmente es no conocer nada del todo.
Es necesario señalar que la Verdad de la que se ocupa el Ocultismo es tan vasta,
trascendente y de naturaleza tan infinita que es imposible formularla en el marco de ningún
sistema, por más comprehensivo y profundo que pudiera ser. Todo sistema filosófico,
religioso o científico puede, a lo sumo, presentar solamente una vislumbre de esta Verdad
trascendente desde un particular punto de vista. Esta es la razón por la cual todos los
sistemas de filosofía en el Hinduismo se llaman darshanas, pues darshana significa, en
sentido amplio, precisamente eso una vislumbre de la Verdad.

Todo gran Instructor de la Sabiduría Eterna adviene para presentar tal o cual aspecto de esta
Verdad, y así cada presentación de esta naturaleza debe ser, por naturaleza, más o menos
limitada.

La Verdad total, en su perfección y trascendente belleza solo puede realizarse dentro de lo
más profundo de la propia consciencia, cuando todas las limitaciones e ilusiones de la
mente se han extinguido. Entonces no estaremos viendo a esta Verdad desde un punto de
vista particular, sino que nos habremos convertido en la Verdad misma.

Si este manifiesto hecho relativo a la naturaleza de la Verdad fuese más ampliamente
reconocido y aceptado, evitaría la formación de cultos de la personalidad, las adhesiones
fanáticas a credos religiosos, los antagonismos entre distintos sistemas filosóficos y el
aislamiento de la mente y su confinamiento en la prisión de una enseñanza particular. La
gente comenzaría a ver que la pretensión de una enseñanza o sistema de pensamiento de
querer pasar por final o completo es tan absurda como la de pretender que el reflejo del sol
en un vaso de agua sea el sol mismo.

Así, mientras el Ocultismo proclama, por una parte, que se ocupa de esta misma Verdad
trascendente que subyace en todas las formas de existencia y trata de hacer su presentación
lo más verdadera y efectiva posible, por otra parte afirma también que ninguna presentación
en el plano intelectual de verdades ocultas representa toda la Verdad o la Verdad Real. A lo
sumo, tal presentación sólo podrá dar algunas débiles borrosas vislumbres de esta Verdad
para que la gente pueda sentir intuitivamente su magnitud y su belleza dentro de su propio
corazón y comience a buscarla seria y premeditadamente.

Por las mismas razones, ningún Instructor de la verdadera Sabiduría trata de estimular la
creencia de que su enseñanza es nueva o exclusiva. El mismo Buddha dijo: “He visto el
antiguo sendero, el antiguo camino emprendido por los anteriores seres Despiertos y ese es
el camino que yo he seguido”.

Por lo tanto, todo lo que esta obra intenta hacer no es sino orientar la atención del buscador
hacia unos pocos problemas fundamentales de filosofía y presentar del modo más claro
posible el punto de vista del Ocultismo con relación a ellos.

El Ocultismo no tiene ni credos ni doctrinas que pretendan definir rígidamente aspectos de
la verdad y formularlas de una manera definitiva, Como se ocupa de realidades que poseen
innumerables aspectos y profundidades insondables y no de objetos o fuerzas limitados, da
libertad al investigador para estudiar estas verdades según sus propias modalidades, y para
llegar a sus propias conclusiones y comprensión, sabiendo que esta comprensión está sujeta
indefectiblemente a parcialidad e imperfección mientras se mantenga en el plano puramente
intelectual, y que cuando en las etapas avanzadas se logra la percepción directa, ya no hay
cuestión de error, o de duda, o de desacuerdo entre aquellos que alcanzan la visión de la
Verdad,

Esta libertad de pensamiento no debe, sin embargo ser tomada como licencia. Aun cuando
estemos tratando con realidades y no productos de nuestra imaginación o especulación,
estamos en libertad de creer lo que nos parezca y comprenderlo a nuestro modo; pero
podemos sustentar concepciones erróneas y creer cosas equivocadamente, para nuestro
perjuicio y aun para nuestro peligro. La libertad de pensamiento de que se dispone en
Ocultismo es similar a la disponible en el campo de la Ciencia. Un hombre tiene la libertad
de creer que la ley de gravitación no existe y que puede saltar desde la azotea, pero si
ejercitando esta libertad de manera tan insensata salta, se romperá los huesos y aprenderá,
a las malas, que la gravitación es una realidad. Cuando estemos tratando las cosas que
pertenecen a las realidades de nuestra existencia, seamos cautos y no usemos erróneamente
nuestra libertad de pensamiento para interpretarlas como se nos antoje, para que en nuestra
insensatez y egoísmo no marchemos por el sendero del error.

Esta libertad de pensamiento nos exige usar constantemente nuestro discernimiento. Como
cada cual tiene libertad de creer lo que quiera, y además, interpretar las cosas a su antojo, se
ha originado por eso una vasta literatura acerca del asunto. Tan sólo una pequeña parte es
genuina, esencial y digna de confianza, parte que está sumergida en una gran marea de
pensamiento espurio y no esencial. Se necesita discernimiento para ordenar todas estas
ideas y separar las esenciales y verdaderas de las no esenciales y falsas.

Siendo limitados nuestro tiempo y energías, sería tonto malgastarlos dejándose absorber por
la literatura no esencial, o ingresando en senderos de pseudo-Ocultismo que no conducen a
ninguna parte, o a los riesgosos dominios de las artes ocultas.

Igualmente necio sería el rechazar de plano y en bloque al Ocultismo por el hecho de
aparecer confundido con ideas espurias y en muchos casos falsas. Si somos demasiados
perezosos para tomarnos el trabajo de separar el grano de la paja, entonces debemos estar
preparados para continuar hambrientos y espiritualmente muertos de hambre.

Ninguna autoridad se atribuye a las ideas expresadas en este libro, salvo la intención de
presentar con amplitud el conocimiento y los puntos de vista de aquellos que, a través de
las edades, han visto la Verdad y dan testimonio de ellas de modo inequívoco. Un
investigador tiene libertad para aceptar o rechazar cualquier punto de vista, pero se estima
que antes de rechazarlo lo habrá tomado seriamente en consideración con mente abierta. Y
en el estudio de estas cosas es mejor que rechazar algo de inmediato, el dejarlas
momentáneamente de lado por un tiempo para su posterior reconsideración, pues es posible
que con un mayor conocimiento y una mayor penetración conquistados después de un
estudio más intenso se pueda ver y apreciar la verdad que estaba detrás de la idea que había
rechazado a primera vista.

El estudiante probablemente observará que si relee todo el libro varias veces y adquiere una
idea clara de los temas que trata, muchos de los puntos que habían permanecido obscuros
hasta entonces se aclaran ahora, a la luz de lo que posteriormente ha aprendido.

Naturalmente, no podrá esperarse que el estudio de un libro como este, que trata de las
cosas más fundamentales de la existencia y de problemas de vital importancia, resulte fácil.
Serán necesarias paciencia y perseverancia, pero una vez que tengamos una vislumbre
intuitiva de las verdades internas de que se trata, tendremos la sensación de que el trabajo
puesto en ello valía bien la pena y que ella nos ha dado no sólo una visión de las realidades
internas de nuestra vida, sino que también una definida capacidad de vivir y actuar con
soltura en los dominios del pensamiento superior. Y aquí es donde comienza la vida real del
hombre, porque el hombre comparte con los animales todas sus otras capacidades y
atributos: deseos, emociones, pensamientos concretos y propensiones y necesidades
corporales, pero solamente él es capaz de desarrollarse y vivir en su mente superior.

También puede señalarse que, al tratar de todos estos diferentes tópicos, tan solo han
podido darse rápidos vistazos, quedando por explorar vastas e ilimitadas regiones de
pensamiento y realización.

El propósito de este libro no es el de probar nada sino el de ofrecer aquellas rápidas
visiones de la filosofía del Ocultismo que permitan al estudiante ver intuitivamente y por sí
mismo, que hay una fuente de conocimientos que pueden arrojar alguna luz sobre los más
profundos problemas de la vida y le permiten lograr conocimiento directo y cierto respecto
de las realidades de la vida interior del alma. Como el libro trata particularmente de los
problemas más profundos y fundamentales del Ocultismo, se han dejado de lado todos
aquellos aspectos más sencillos, para cuyo estudio el estudiante podrá consultar otros
tratados más sencillos y elementales.

El lector encontrará una o dos referencias a una Parte II. Esta discrepancia se debe al hecho
de que esta obra fue planeada inicialmente en dos partes, cuya Parte II trataba algunos
problemas de contenido más específicamente psicológico. Después que una gran parte de la
obra estaba impresa se decidió separar casi todos los capítulos de la Parte I e incorporarlos
en otro libro que trata de la psicología de la Yoga.

La disposición de los temas en el orden en que han sido tratados en el libro no sigue ningún
orden rígido dictado por la lógica. Cuando observamos un magnífico y polifacético
diamante, podemos comenzar por cualquiera de las facetas y seguir observándolo en
cualquier orden, pues están todas ligadas y todas integran el diamante. Es más importante
lograr una visión de todas las facetas, una por una, y poder así visualizar todo el diamante,
que establecer previamente un orden a seguir.

Más aún, como el universo es una expresión de una Realidad central y última, que se
manifiesta en diferentes niveles unos derivados de otros, hay una cierta relación secuencial
entre sus diferentes aspectos, un cierto y determinado orden, por la consideración anterior.
Se ha intentado seguir este orden en todo lo posible, pero también puede seguir un orden
diferente. Este orden, como se ha dicho antes, no es de mucha importancia, pues el
estudiante serio deberá leer varias veces la obra y referirse en muchas ocasiones, a puntos
de la misma tanto atrás como adelante, a fin de consolidar una comprensión clara y
satisfactoria del aspecto filosófico del Ocultismo en conjunto.

Con este Prefacio un tanto largo pero necesario, el lector queda invitado a dar una
zambullida en el aspecto intelectual del gran misterio que rodea nuestra vida y ver lo que el
Ocultismo tiene que decir al respecto. Más tarde, si logra alguna convicción de que el
Ocultismo señala correctamente la dirección en la que hemos de buscar la Luz, podrá hacer
una zambullida diferente en las profundidades de su propia mente, que le permitirá develar
el misterio, paso a paso, por realización directa.

1. K. TAIMNI
21-3-1968.
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