Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





Hermanx senegalés/a

“Desahuciado está el que tiene que marchar,
a vivir una cultura diferente”,
himno Sólo le pido a Dios, de León Gieco.

 

Esta historia tiene un principio. Pero no tiene un final sino una construcción merecida, un porvenir, una libertad, un horizonte de seres humanos iguales entre sí. Un llamado a la consciencia, esa que nos hace despertar en lucidez y fraternidad.

Empecemos por el comienzo.

Los fósiles Lucy y Ardi -que se asumen de 3,7 millones de años de antigüedad, llamados Australopithecus afarensis- que fueron encontrados en Etiopía, África, son dos de los miembros más antiguos, nacidos de Mamá África. La humanidad nació, asimismo, de su seno. Mamá, bondadosa África.

África. Continente hambriento. Cuya superficie de 30.37 millones km², aproximadamente, grita desde los tiempos de la conquista europea. Linajes africanos perdidos a fuerza de sangre y cadenas. De barcos y noblezas. Nobleza que no se construye en el alma sino esa vulgar nobleza vertical y heredada. Tan erecta como un hombre sometiendo a la esclavitud a otro ser humano. Obligándolo al destierro y el trabajo forzado. A vejaciones hacia mujeres, niños, hombres, ancianos.

Senegal era un grupo de Reinos. Cuando arribó el siglo XV y la apuesta del expansionismo, diversos estados de Europa comenzaron sus conquistas. Las riquezas eran premio para portugueses, franceses y luego, ingleses y holandeses. Desde 1444 hasta el siglo XX -sí, hasta el siglo XX- cuantiosas guerras y revueltas, enfrentamientos desde un bando que defendía sus territorios y el otro que defendía sus colonias. Resistencia de senegalesxs, líderes que aparecieron en grito y lucha. Intelectuales, políticxs, grandes militantes. Algunxs abogaron por la inclusión o/y cooperación y otros, por la liberación real, definitiva.

En la actualidad, en Senegal, África Occidental, más del 50% de sus 12.5 millones de habitantes viven por debajo de la línea de pobreza. Aún contando con numerosas fuentes de trabajo y valiosos minerales, como el oro. No hace falta demasiado para inferir el por qué. Se lo considera un país “subdesarrollado” que, entre otros factores, tiene gravísimas problemáticas para crecer económica y sostenidamente. Senegal se extiende por 196,722 km². La capital de la República de Senegal es Dakar, luego de volverse independiente de Francia, en 1960.

Alrededor de la década de los ´90 comenzó la migración de lxs hermanxs senegalesxs. Pocos desde avión, muchos recorriendo numerosos países y algunxs en barco. Pero el 2001 no sólo trajo cacerolas indignadas y humeantes sino también el cierre de numerosas Embajadas. En la actualidad, -marzo de 2022- se está consolidando la Embajada de la República de Senegal, en Senegal, donde todxs lxs empleadxs son argentinxs y están comenzando a organizarse (¿?). La visa es la opción mayoritaria pero no es accesible para todxs, algunxs han de transitar arduas pruebas hasta alcanzar la visa de refugio. O ni siquiera podrán, siendo su estadía irregular. El DNI llegará como un tesoro, que era escondido en las aguas por el tridente de Neptuno. Siendo hijos entre todos los Reinos. Hermanos entre sí. Siendo una sola Tierra. Papeles y muros que cierran los ojos. Allí donde los lamentos son de lxs muchxs.

La mayoría de lxs hermanxs senegalesxs que arriban a la Argentina son hombres. En sus hogares quedan las hermanas, las compañeras, las madres, las amigas. Las que también lloran. Y asumen las responsabilidades propias de la masculinidad y la feminidad, dimensiones opuestas y complementarias. Pero en el calor de sus familias. Distinto a los hombres, que si bien muchos de ellos se organizan en fraternas y unidas comunidades, no dejan de ser desarraigo y hondura. Pero el cambio es lo único permanente y las mujeres -incluso solitarias- están tomando la iniciativa de venir a Buenos Aires.

Para la mayoría de lxs hermanxs de Senegal, la rutina, lo cotidiano, la moda y la tendencia es “tirar paño”. Es decir, vender mochilas, carteras, relojes, bijou, gorras, billeteras. Mercancías desparramadas con belleza y estrategia sobre el cemento de las veredas. Como en la Avenida Avellaneda, Caba. Vendedores ambulantes cuando el sueño se quiebra. Pero jamás perdida la responsabilidad de enviar dinero a la familia. Mientras, los hoteles o pensiones o departamentos lxs alojan. Donde son demasiadxs en un pequeñísimo espacio físico y demasiados los objetos que deberán vender mañana. Ocultando, siempre, el gusto rancio al clan, tan lejos. La decepción de jornadas laborales interminables, la fatiga del lunes a lunes, la imposibilidad de acceder a otros puestos de trabajo, la deficiente calidad de vida.  

Y la discriminación.

Y la policía acechando. 

El peligro. La humillación. Y la policía reprimiendo. 

“Los negros manteros” escuché muchas veces llamarlos así. Por seres que olvidan que Argentina no es ni será el país “más europeo” de América Latina, seguirán comiendo de sus venas las grandes potencias mientras las caras del hambre, una tras otra, se acumulan detrás del vidrio. Al igual que en África Subsahariana, el sur de Asia y América Latina. Algunas de las regiones más pobres del globo.

21 de marzo de 2016. Marcha. Unión de los pueblos de Senegal y de Argentina. De numerosas organizaciones, agrupaciones, por los Derechos Humanos debido al crimen del activista senegalés Massar Ba, pues no había pesquisas. Por lo tanto, no había respuestas. Se le llama, desde el Estado, “causa dudosa”. No sabemos quién o quiénes lo mataron. Massar tenía 45 años, referente de su unida comunidad y miembro activo de Todos por Mandela, Agrupación Xhangó, Daira, Casa África y Asociación de Residentes Senegaleses.

En una Tierra que es una sola.

 


 

 

Fuentes

-Gisele Kleidermacher 

-Paula Jiménez España

-Lucía Wei He

-Bernarda Zubrzycki

-BBC

-ONU

-Mu