Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





La Estrella de Belén

Una vez me dijeron que buscamos la estrella que nos guía hacia Dios, a la vez, Dios nos busca a nosotros. Creamos o no en el Jesús del Cristianismo, su vida marcó nuestro tiempo. Maestro que hizo carne sus ideas, transformando en compasión a las mujeres y los hombres tocados por su amor incontenible. A cada quien los panes y los peces nos otorgan una señal. Tal vez la valentía de multiplicar las luminarias que enseñan virtudes y vulgaridades, para elegir, y siempre se trata de elegir, quiénes queremos ir siendo. A pesar del dolor, la sorpresa, la celebración. El sentido de Jesús le fue revelado en el desierto, a través de las tentaciones. Vencedor, continúo hasta las espinas, que lo coronaron rey, en la injusticia y la incomprensión. Golpeado, insultado, como muchas veces la vida nos ofrece los efectos de una encarnación que aún no comprende el para qué. Pero la esperanza, como esa causa misteriosa que al igual que la fe nos permite erguirnos otra vez. Sigo la estrella pues busco a Dios, con la certeza de que él me busca, aún mientras camino entre dagas, entre sangre y aullidos. En la lejanía que percibo y atravieso, para luego encontrar la cercanía que me sostiene, la voz que me recuerda lo valiosa que es mi vida, cada vida, de todos los Reinos. El destino, en los márgenes que dispone el Creador, con las dos columnas del Templo custodiandoː Ley y Libertad, destino como patria, difícil y vitalmente ser feliz. Desplegando benevolencia y sabiendo que la Justicia de la divinidad observa todo.



Casinos virtuales

Un clic. Dos clics. Tres clics. La apuesta se sube. La apuesta se baja. Los dados corren. La ruleta. Los Slots. Dedos que se mantendrán despiertos por horas. En el chat se habla inglés, cada palabra, cada frase tiene el potencial de ganar la "rain", una suerte de propina de fichas o monedas virtuales que otorga un robot. Se abren y sostienen fraternidades peculiares. Cimientos de prestarse créditos, seguir o ser seguido por otros para obtener algún beneficio, compartir qué se ha ganado o qué se ha perdido. Algunos chats aceptan avatares de fotografías reales. Las pocas mujeres jugadoras son imágenes de caras, cuerpos o escotes. Un clic. Dos clics. Tres clics. Los juegos corren. No hay límites, o al menos, no podemos saber el hasta dónde del jugador detrás de la pantalla, qué tradición, qué búsqueda, qué Sol. Sin embargo, la timba virtual materializa amistades, flirteos, noviazgos. Algunas serán hierro, otras arenas. Puentes hacia Telegram, Facebook y por qué no, sexo virtual. Quizá los menos. O tal vez nunca lo sabremos. Se trata de ganar, de divertirse. No lo sé. Recibo identidades sin cuerpo, conversaciones sin brillo ni hondura, famas de triste mérito. Mientras escribo, alguien gana monedas. Alguien pierde monedas. Un ser humano se aleja de su humanidad. Es un ser humano que está sufriendo, quizá sin saber por qué.    


Carta de Lectores publicada en el diario La Nación