Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





¡¡GRACIAS VIDA!!

Kybalion



EL KYBALION 
(de Hermes Trimegisto)


Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.
Donde quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par.
Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría.
Los principios de la verdad son siete: el que comprende esto perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas las puertas del Templo se abrirán de par en par.
1. El TODO es Mente; el universo es mental.
2. Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.
3. Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.
4. Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.
5. Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.
6. Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley.
7. La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos.
La mente así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La verdadera transmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental.
Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la realidad Substancial, la Verdad Fundamental.
Lo que constituye la Verdad fundamental, la Realidad substancial, está más allá de toda denominación, pero el sabio lo llama el TODO.
En su esencia, el TODO es incognoscible, Mas el dictamen de la razón debe ser recibido hospitalariamente, y tratado con respeto.
El universo es una creación mental sostenida en la mente del TODO.
El TODO crea en su mente infinita, innumerables universos, los que existen durante eones de tiempo, y así y todo, para Él, la creación, desarrollo, decadencia y muerte de un millón de universos no significa más que el tiempo que se emplea en un abrir y cerrar de ojos.
La mente infinita del TODO es la matriz del Kosmos.
En la Mente del Padre‑Madre, los hijos están en su hogar.
No hay nadie que no tenga padre y madre en el Universo.
El sabio a medias, reconociendo la irrealidad relativa del Universo, se imagina que puede desafiar sus leyes, ése no es más que un tonto vano y presuntuoso, que se estrellará contra las rocas y será aplastado por los elementos, en razón de su locura. El verdadero sabio conociendo la naturaleza del universo, emplea la Ley contra las leyes: las superiores contra las inferiores, y por medio de la alquimia transmuta lo que no es deseable, en lo valioso y de esta manera triunfa. La maestría consiste, no en sueños anormales, visiones o imágenes fantasmagóricas, sino en el sabio empleo de las fuerzas superiores contra las inferiores vibrando en los más elevados. La transmutación (no la negación presuntuosa), es el arma del Maestro.
Si bien es cierto que todo está en el TODO, no lo es menos que el TODO está en todas las cosas. El que comprende esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento.
Nada reposa; todo se mueve; todo vibra.
Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos; los semejantes y desemejantes son los mismos; los opuestos son idénticos en naturaleza, difiriendo sólo en grado; los extremos se tocan; todas las verdades, son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.
Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la compensación.
Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo ocurre de acuerdo con la ley. Azar no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de causalidad, pero ninguno escapa a la ley.
El género está en todo, todo tiene su principio masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos.
La posesión del conocimiento, si no va acompañada por una manifestación y expresión en la práctica y en la obra, es lo mismo que el enterrar metales preciosos: una cosa vana e inútil. El conocimiento, lo mismo que la fortuna, deben emplearse. La ley del uso es universal, y el que la viola sufre por haberse puesto en conflicto con las fuerzas naturales.
Para cambiar vuestra característica o estado mental, cambiad vuestra vibración.
Para destruir un grado de vibración no deseable, póngase en operación el principio de polaridad y concéntrese a la atención en le polo opuesto al que se desea suprimir. Lo no deseable se mata cambiando su polaridad.
La mente, así como los metales y los elementos, puede transmutarse de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración.
El ritmo puede neutralizarse mediante el arte de la polarización.
Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos planos de Causalidad y uno puede emplear las leyes del plano superior para dominar a las del inferior.
El sabio sirve en lo superior, pero rige en lo inferior. Obedece a las leyes que están por encima de él, pero en su propio plano y en las que están por debajo de él, rige y ordena. Sin embargo, al hacerlo, forma parte del principio en vez de oponerse al mismo. El sabio se sumerge en la Ley, y comprendiendo sus movimientos, opera en ella en vez de ser su ciego esclavo. Semejantemente al buen nadador, va de aquí para allá, según su propia voluntad, en vez de dejarse arrastrar como el madero que flota en la corriente. Sin embargo el nadador, el sabio y el ignorante, están todos sujetos a la ley. Aquél que esto comprenda va en el buen camino que conduce a la Maestría.





Archivo Word encontrado en Internet.

Vallejo


Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
España, aparta de mí este cáliz, 1937



-para Victor-

cuento de Julio Cortázar

Hay que ser realmente idiota para...     

Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero nunca se me ocurrió escribirlo porque la idiotez me parece un tema muy desagradable, especialmente si es el idiota quien lo expone.
Puede que la palabra idiota sea demasiado rotunda, pero prefiero ponerla de entrada y calentita sobre el plato aunque los amigos la crean exagerada, en vez de emplear cualquier otra como tonto, lelo o retardado y que después los mismos amigos opinen que uno se ha quedado corto. En realidad no pasa nada grave pero ser idiota lo pone a uno completamente aparte, y aunque tiene sus cosas buenas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos y parientes están reunidos en una misma inteligencia y comprensión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va benissimo. Lo triste es que todo va malissimo cuando uno es idiota, por ejemplo en el teatro, yo voy al teatro con mi mujer y algún amigo, hay un espectáculo de mimos checos o de bailarines tailandeses y es seguro que apenas empiece la función voy a encontrar que todo es una maravilla. Me divierto o me conmuevo enormemente, los diálogos o los gestos o las danzas me llegan como visiones sobrenaturales, aplaudo hasta romperme las manos y a veces me lloran los ojos o me río hasta el borde del pis, y en todo caso me alegro de vivir y de haber tenido la suerte de ir esa noche al teatro o al cine o a una exposición de cuadros, a cualquier sitio donde gentes extraordinarias están haciendo o mostrando cosas que jamás se habían imaginado antes, inventando un lugar de revelación y de encuentro, algo que lava de los momentos en que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el tiempo.
Y así estoy deslumbrado y tan contento que cuando llega el intervalo me levanto entusiasmado y sigo aplaudiendo a los actores, y le digo a mi mujer que los mimos checos son una maravilla y que la escena en que el pescador echa el anzuelo y se ve avanzar un pez fosforecente a media altura es absolutamente inaudita. Mi mujer también se ha divertido y ha aplaudido, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su diversión y sus aplausos no han sido como los míos, y además casi siempre hay con nosotros algún amigo que también se ha divertido y ha aplaudido pero nunca como yo, y también me doy cuenta de que está diciendo con suma sensatez e inteligencia que el espectáculo es bonito y que los actores no son malos, pero que desde luego no hay gran originalidad en las ideas, sin contar que los colores de los trajes son mediocres y la puesta en escena bastante adocenada y cosas y cosas. Cuando mi mujer o mi amigo dicen eso --lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad-- yo comprendo que soy idiota, pero lo malo es que uno se ha olvidado cada vez que lo maravilla algo que pasa, de modo que la caída repentina en la idiotez le llega como al corcho que se ha pasado años en el sótano acompañando al vino de la botella y de golpe plop y un tirón y no es mas que corcho. Me gustaría defender a los mimos checos o a los bailarines tailandeses, porque me han parecido admirables y he sido tan feliz con ellos que las palabras
nteligentes y sensatas de mis amigos o de mi mujer me duelen como por debajo de las uñas, y eso que comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el espectáculo no ha de ser tan bueno como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como idiota que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco). Y jamás se me ocurriría discutir con mi mujer o con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hecho
muy bien en no dejarse ganar por el entusiasmo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epicteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine. De ninguna manera pretendo discutir con ellos y a lo sumo me limito a alejarme unos metros para no escuchar el resto de las comparaciones y los juicios, mientras trato de retener todavía las últimas imágenes del pez fosforecente que flotaba en mitad del escenario, aunque ahora mi recuerdo se ve inevitablemente modificado por las críticas inteligentísimas que acabo de escuchar y no me queda más remedio que admitir la mediocridad de lo que he visto y que sólo me ha entusiasmado porque acepto cualquier cosa que tenga colores y formas un poco diferentes. Recaigo en la conciencia de que soy idiota, de que cualquier cosa basta para alegrarme de la cuadriculada vida, y
entonces el recuerdo de lo que he amado y gozado esa noche se enturbia y se vuelve cómplice, la obra de otros idiotas que han estado pescando o bailando mal, con trajes y coreografías mediocres, y casi es un consuelo pero un consuelo siniestro el que seamos tantos los idiotas que esa noche se han dado cita en esa sala para bailar y pescar y aplaudir. Lo peor es que a los dos días abro el diario y leo la crítica del espectáculo, y la crítica coincide casi siempre y hasta con las mismas palabras con
o que tan sensata e inteligentemente han visto y dicho mi mujer o mis amigos. Ahora estoy seguro de que no ser idiota es una de las cosas más importantes para la vida de un hombre, hasta que poco a poco me vaya olvidando, porque lo peor es que al final me olvido, por ejemplo acabo de ver un pato que nadaba en uno de los lagos del Bois de Boulogne, y era de una hermosura tan maravillosa que no pude menos que ponerme en cuclillas junto al lago y quedarme no sé cuánto tiempo mirando su hermosura, la alegría petulante de sus ojos, esa doble línea delicada que corta su pecho en el agua del lago y que se va abriendo hasta perderse
en la distancia. Mi entusiasmo no nace solamente del pato, es algo que el pato cuaja de golpe, porque a veces puede ser una hoja seca que se balancea en el borde de un banco, o una grúa anaranjada, enormísima y delicada contra el cielo azul de la tarde, o el olor de un vagón de tren cuando uno entra y se tiene un billete para un viaje de tantas horas y todo va a ir sucediendo prodigiosamente, el sándwich de jamón, los botones para encender o apagar la luz (una blanca y otra violeta), la ventilación regulable, todo eso me parece tan hermoso y casi tan imposible que tenerlo ahí a mi alcance me llena de una especie de sauce interior, de una verde lluvia de delicia que no debería terminar más. Pero muchos me han dicho que mi entusiasmo es una prueba de inmadurez (quieren decir que soy idiota, pero eligen las palabras) y que no es posible entusiasmarse así por una tela de araña que brilla al sol, puesto que si uno incurre en semejantes excesos por una tela de araña llena de rocío, ¿qué va a dejar para la noche en que den King Lear? A mí eso me sorprende un poco, porque en realidad el entusiasmo no es una cosa que se gaste cuando uno es realmente idiota, se gasta cuando uno es inteligente y tiene sentido de los valores y de la historicidad de las cosas, y por eso aunque yo corra de un lado a otro del Bois de Boulogne para ver mejor el pato, eso no me impedirá esa
misma noche dar enormes saltos de entusiasmo si me gusta como canta Fischer Dieskau. Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrita amarilla, ahora me gusta "L'année dernière à Marienbad", ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la Gare de Lyon, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el idiota perfecto en su idiotez que no sabe que es idiota y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase inteligente lo devuelva a la conciencia de su idiotez y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un idiota tiene que vivir, claro que hasta otro pato u otro cartel, y así siempre.

No hay nadie como tú




.........
Es hermosa. Hubo veces que la canté mientras viajaba en el tren observando. Nadie es como tú. La existencia te necesita. Me necesita a mí. Te necesita a vos, a cada uno.

¡A despertar corazones!

........

La vida tómbola

Letra de la canción de Manu Chao. :0)
Está en Radiolina.
 
 
Si yo fuera Maradona
viviría como él
si yo fuera Maradona
frente a cualquier portería
si yo fuera Maradona
nunca m'equivocaría
si yo fuera Maradona
perdido en cualquier lugar.

La vida es una tómbola...
de noche y de día...
la vida es una tómbola
y arriba y arriba....

Si yo fuera Maradona
viviría con él
...mil cohetes... mil amigos
y lo que venga a mil por cien...
si yo fuera Maradona
si yo fuera Maradona
saldría en mondovision
para gritarle a la FIFA  Letra de La vida tómbola - Manu Chao - Sitio de letras.com
¡Que ellos son el gran ladrón!

La vida es una tómbola...
de noche y de día...
la vida es una tómbola
y arriba y arriba....

Si yo fuera Maradona
viviría como él
porque el mundo es una bola
que se vive a flor de piel

Si yo fuera Maradona
frente a cualquier porquería
nunca (¿siempre?) me equivocaría...

Si yo fuera Maradona
y un partido que ganar
si yo fuera Maradona
perdido en cualquier lugar...

La vida es una tómbola
de noche y de día...



 

Anteo en Manhattan

Capítulo del libro "Las vidas de la célula", del investigador médico Lewis Thomas. Escrito en la década del 70. Editorial Ultramar.


            Insectos otra vez.
            Los animales sociales reunidos en grupos se convierten en seres cualitativamente diferentes de cuando están aislados o en pares. La langosta es un animal quieto, meditativo, cuando está solo, pero si le agregamos otros de su espacio, se excitan, cambian de color, sufren unas revisiones endocrinas espectaculares e intensifican su actividad hasta que, cuando llegan al número suficiente, vibran como un poderoso avión y despegan.
            Watson, Nel y Hewitt han recogido numerosas termitas y las han mantenido en parejas y grupos. Las termitas agrupadas se vuelven crecientemente activas y amistosas, pero no se aparean ni ponen huevos, por el contrario, disminuyen la ingestión de agua, controlando su peso, y las mitocondrias de sus músculos voladores aumentan su actividad metabólica. Las termitas se tocan incesantemente entre sí con sus antenas, y este parece ser el mecanismo central. Lo que cuenta es el ser tocado y no el tocar. Una termita sin antenas puede tomar las características del grupo si es tocada lo suficiente por las demás.
            Las termitas mantenidas en parejas aisladas son otra cosa. Tan pronto como se las saca del grupo y acaba esa múltiple actividad de tocarse se vuelven agresivas, retraídas, toman agua compulsivamente y no se tocan una a otra. Algunas veces se muerden las antenas entre ellas para eliminar la tentación de tocarse. Irritablemente se disponen a intentar hacer lo mejor posible dentro de la mala situación y hacen preparativos para poner huevos y criar la prole. Entre tanto, las mitocondrias de sus músculos voladores se aquietan.
            Los animales más intensamente sociales pueden vivir sólo en grupos. Las abejas y hormigas aisladas no tienen otra opción que morir. Realmente no existe un ser que sea un individuo solitario, no tendría más vida propia que una célula desprendida de nuestra piel.
            Las hormigas parecen más parte de un animal que entidades separadas. Son como células móviles que circulan entre un denso tejido conectivo formado por las demás hormigas sostenido por una matriz de ramitas. Los circuitos están tan íntimamente entrelazados que el hormiguero llena todos los requisitos esenciales de un organismo.
            Sería maravilloso entender cómo funciona el sistema de comunicaciones del hormiguero. De alguna forma, tocándose continuamente, intercambiar, como si fuera dinero, una sustancia blanca que llevan en las mandíbulas y así informan a toda la empresa sobre el estado del mundo, la situación de la comida, la proximidad del enemigo, los requerimientos de manutención del hormiguero y hasta la dirección del sol. Se dice que los montañeros de los Alpes usan la conformación elongada de los hormigueros como una señal que indica el Sur. El hormiguero, a su vez, responde administrando y sincronizando los movimientos de sus partes, limpiando y ventilando el nido de forma que pueda durar cuarenta años, trayendo la comida con sus largos tentáculos móviles, criando las proles, cogiendo esclavos, cultivando las cosechas y, de vez en cuando, enviando una colonia a comenzar en la vencindad, como si procreara.
            Los insectos sociales, especialmente las hormigas, han sido la fuente de toda clase de parábolas, dando ejemplo de laboriosidad, interdependencia, altruismo, humildad, frugalidad y paciencia. Se las ha empleado para instruirnos en toda la gama de nuestras virtudes institucionales, desde la Casa Blanca hasta el Banco del barrio.
            Y ahora, por fin, se han convertido en una forma de arte. Una galería de Nueva York exhibió una colección de dos millones de hormigas guerreras, prestadas por algún país centroamericano, en forma de un espectáculo titulado “Formas y Estructuras”. Se las mostraba en una gran caja cuadrada llena de arena y con paredes elásticas, para evitar que escaparan a Manhattan. El inventor del espectáculo cambiaba la colocación de la comida de acuerdo con su inspiración y sus gustos y las hormigas formaban largos cordones negros en forma de miembros que cruzaban la arena formando arabescos. En esta situación eran observadas con gran intensidad por multitudes de personas, protegidas contra el invierno, que rodeaban su habitáculo. Las hormigas, y los neoyorkinos, eran una abstracción, una escultura móvil, una pintura en acción, una ocurrencia, una parodia dependiente de la luz.
            Me puedo imaginar a la gente moviéndose a su alrededor, tocándose con los hombres y las manos, intercambiando información, asintiendo y sonriendo y siempre dispuestos, como están los neoyorquinos, a sacar en cuanto se les avise, sus mitocondrias cargadas y preparadas. Se mueven en líneas ordenadas alrededor de la caja, sin desperdiciar espacio y sin hacerse daño, mirando y luego dejando el lugar para otro observador. Vistos a distancia, agolpados alrededor de la caja con largas filas de hormigas, mirándose y murmurando continuamente, eran un espectáculo. Podrían haber llegado de otro planeta.
            Me apena no haber podido verlo personalmente. Cuando recibí la noticia por la televisión y el periódico sentí la inclinación de ir a Manhattan, y mientras me preparaba para viajar me enteré que todas las hormigas habían muerto.
            Esta forma de Arte se desintegró de golpe, como una de esas caras esfumadas de las pinturas del artista inglés Francis Bacon.
            No hubo explicación, salvo los rumores de que había corrientes de aire frío en la galería durante el fin de semana. El lunes por la mañana estaban perezosas, moviéndose con poca precisión, sin vitalidad. De repente empezaron a morir, primero un grupo y luego otro, y dentro de ese día murieron los dos millones. Fueron embolsadas en plásticos y dejadas en la vereda para que un camión recolector de residuos se las llevara.
            Es una parábola melancólica. Aunque no estoy seguro del significado, creo que tiene que ver con todo eses plástico y la lejanía de la tierra. Hay un largo trecho entre la selva centroamericana y una galería, especialmente en Manhattan que es una especie de isla sobre una plataforma de concreto, suspendida por una red de cables y cañon. Para mí, lo principal fue el plástico, la menos natural de las invenciones humanas. Me parece que no se puede suspender a las hormigas guerreras en una caja de plástico, lejos de la tierra. En un corto tiempo van a perder su vigor, quedarán sin energía, como si les faltara corriente.
            Uno pisa hormigas, una o varias, muchas veces al día sin darse cuenta, pero es imposible contemplar la muerte de una colonia tan grande, como eran esos dos millones, sin sentir algo de pena. Pensando en esto, nervioso, impresionado con la idea de Manhattan y la plataforma de plástico, dejé mi periódico para buscar un libro en mi biblioteca en el que sabía que iba a encontrar un párrafo que me devolvería la tranquilidad: “No es sorprendente que se hayan trazado tantas analogías entre los insectos sociales y las sociedades humanas. Fundamentalmente, sin embargo, estas son erróneas o sin sentido, ya que el comportamiento de los insectos es rígidamente fijo y determinado por mecanismos instructivos innatos; demuestran no tener discernimiento ni capacidad acumulada por muchas generaciones”.
            Es poco reconfortante leerse este tipo de cosas a uno mismo. Para mayor efecto debe ser leído en grupo, sincrónicamente.

Love Generation



A ver, locoooo, ¿quién es parte?

¡Todos! Vamos, cheee!

:0)