Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





Camino bajo una lluvia débil

Camino bajo una lluvia débil. Los veo de colores, de estampados. Algunos más discretos, otros más atrevidos. A veces, una mirada de complicidad. A veces, miro el suelo. Pienso que los árboles nos protegen, sin tener argumentos para mi teoría. Pocos nenes, también llevan barbijos. Caminamos a distancia. Esperamos de a uno en la puerta de las tiendas. 

Compartimos por wsp alegrías y tragedias. Nos leemos, nos escuchamos, nos vemos aún sin saber los verdaderos gestos, entonación, postura corporal. La virtualidad acerca pero no libera. 

Hay quienes no pueden salir a superficie, muchas veces. Se entroniza aquello que nos habita desde siempre, deberías, vulgares, virtuosos. Y cada quien, hace lo que puede. 

Hago lo que puedo. 

Las venas de la Tierra sangran con hondura mientras parte de la humanidad observa hacia costados de rueditas y pobres conejos. Nos destruimos a nosotros mismos, a los Reinos de la Madre Tierra. Caminando con ceguera, sin noción de trascendencia. 

Ahora un ser humano es contagiado de Coronavirus. Ahora un ser humano muere por guerra. Por hambre. Por soledad. Ahora un delirio para apaciguar el dolor. 

Seré ingenua. Se dice -en ciertas versiones- que la caja de Pandora sólo conservó la Esperanza. Creo en un mundo nuevo, resplandeciente. Sin virus. Sin muertes. Sin condenas. 




Cuidatena

El aislamiento se lleva. No es saludable ser llevado por el aislamiento. Cada uno despliega aquello que puede. Ronda el peligro. Pero el Ojo que Todo lo Ve protege, es fuerza y horizonte y sus manos no nos soltarán. Jamás. Nada puede ser escondido a su visión. Mientras, hay quienes nutren su empatía y quienes nutren su violencia. 

La vida es un milagro, una aventura, una bendición. De enigmas, de retos. De dolores y celebraciones. La apuesta de aprender y aprendernos se ha vuelto más intensa. A veces, ansiedad, a veces miedo, a veces tristeza. El desafío de ser hermanos entre sí, hijos de la Madre Tierra. Hermanos de cada Reino de este bello y bondadoso planeta. Océanos y cordilleras. Selvas y desiertos. Y el cemento. Sin embargo, la naturaleza siempre es más fuerte. La pequeña planta, creciendo entre baldosas nos enseña valentía. 

El coraje lo considero una virtud. Tan vital en este tiempo, cuando acecha un violento agresor. Sin rostro. Convocando lo mejor y lo peor que nos habita. Convocando espejos, para reflejar nuestras mujeres y hombres interiores. Vulgares y virtuosos. Lo enuncié, cada uno hace lo que puede. Sin embargo, en la siembra existen sombras y luces, que se arrojan hacia afuera o se trabajan desde dentro. No escribo porque yo lo esté logrando sino porque lo intento. Sin acierto, muchas veces. 

“Sólo el Amor salvará al mundo”, así lo aprendí. Y así lo creo. A pesar de que mis monstruos tienen oportunidades para arremeter. Para devorarme y devorar, si no voy alerta.  
Las pocas veces que he salido, fui ansiedad, fui tristeza. No pude no identificarme ni trascender cada emoción. Barbijos y guantes. Distancia voraces. Bolsas como brasas, donde caminar. Precauciones adecuadas o no, los medios de comunicación, generalmente, promueven pánico y contradicciones. Supongo que la mayoría estamos vivenciando las precauciones, el cuidado. El miedo. Supongo que por momentos, conseguimos trasformarlo en algo diferente. El Reino Humano, Aquí, Ahora, ha de ser unión. Aquella que nos enseña sobre la benevolencia, justicia, sabiduría, cortesía y Fe (profesan ciertas escuelas taoístas en Buenos Aires). No nos es, no me es, tan sencillo ser hueso y carne de tan fundamental apuesta. 

Estamos sufriendo pero también estamos aprendiendo: aprender: mi esperanza, mi anhelo. Ciclos se abren y ciclos se cierran, me compartió mi hermano menor. Desde la dimensión afectos, amistades, situaciones, hechos. Se descubre el verdadero amor y de igual manera, la agresión, la indiferencia. Se permite, fugazmente, el humor, en el intento de una sonrisa. Hay muchos que oran y danzan por la sanación. Y el abrazarse a uno mismo, conexión con la vida. 

La feroz cuarentena, que todos debemos cumplir. Y la profunda gratitud hacia tantos que están dando su cuerpo y corazón para cuidarnos. Arriesgándose. Los que cumplimos el aislamiento, podríamos comprender que tiene un pequeño aunque poderoso haz de luz. Nos brinda la oportunidad de mayor silencio para reencontrarnos con nuestra verdad. A Sai Baba, un devoto le preguntó: ¿qué es el Alma?, Baba respondió: la porción de Dios en ti. Siempre recuerdo sus palabras. Frente a esta fase brutal, intentemos comunión con nuestra Alma. Que la adversidad no nos transforme en enemigos. Sino en pájaro, flor, piedra. Ser humano, ser amador y ser amado. 



Desde el encierro, 
maría josé lópez tavani


"No desesperes", Gondwana. 


"Amores cobardes"

“Mi derecho a hablar”, canta Silvio. Mi derecho a sentir. La obligación elegida, vulgar, de sostener las palabras en la garganta. Sufrientes, hambrientas. Sin atajos. Sin salida de emergencia. Por momentos puedo ser testigo de mis pensamientos. Porque mi Consciencia, que le llamo Dios, susurra: no le creas a la mente, no es real. La verdadera mujer que soy está por detrás de la mujer que piensa. Sin embargo, a veces, soy la emoción. Me identifico. Sin embargo, encontré un puente, me lo ha enseñado OSHO. Yo soy tristeza, mi totalidad lo es. Y así, con la intensidad que arremete, con mis barcas hundidas, me trasciendo. También me enseñó que la tristeza nos ofrenda mayor silencio. Propone danzar. A veces, no puedo. Valoro solamente mi silencio. O me convierto en estas letras para menguar mi dolor. Aceptar la crueldad ajena es aceptar la crueldad que habita interiormente. La elegí. Postergué el final, hasta que lo obvio fue visto y desde allí, caminé hacia el acantilado. Primero, la bronca. Luego, la llaga. Hacia él. En mí. Perdonarse es el primer peldaño. Luego, perdonar al otro. La liberación. No es sencillo como algunos profesan. Numerosos conocimientos pueden aprenderse en libros, pero la vivencia es el tránsito que más enseña. Sostener un vínculo que daña es igual a elegir dañarse. El hueso es fuerte pero con un golpe hábil puede quebrarse. Hacerse cargo de lo propio es difícil. De las decisiones que tomé y que tomó. Comprendí que el “corazón oscuro” por el que me dejé atrapar, era eso, oscuridad. Un corazón cobarde, en tal medida, que se descubrió cruel. Aquí y Ahora, no se trata de él sino de mí. Aquellas conductas que repito. Mi Venus ariana en Casa XII (morada de lo oculto) que todavía no he podido re-significar. Fui la víctima porque además fui la victimaria, ambas convivieron y conviven en mí. No se trata del “corazón oscuro” sino de mis núcleos de oscuridad. Uno de ellos, devorándome, atacando mi sensibilidad en vestimenta de látigo. Mente como señora. Mente como parásito. Crueldad para torcer el eje. Ninguno de los dos somos culpables. La culpa, me decía la psicóloga gestáltica Maya Zuretti, es la imposibilidad de aceptar un error. Error es pecado. Mi bronca contenida. Más tarde, cauce abierto y feroz. Hacia él. Sé: soy el mundo. Cauce feroz en mí. No soy alquimista, soy apenas aprendiz. Del plomo (Saturno) al Oro (Sol) representa un camino, vasto en peligros, para la transmutación. La Luz. El Arcano El Sol (Tarot Marsellés) entre numerosos significados nos trae: la fraternidad. Aquella que no pude tener. Podría engañarme, decir que la cobardía y la crueldad no fueron mi territorio sino de él. Pero mis hilos de sombra eran también de hierro. Y el corazón oscuro era de ambos. 


A veces sale, a veces no

No pierdas tu ternura
la desesperación puede fugarse
siempre nos acecha el coraje
sé amador y amado
no olvides, la simpleza es profundidad
no olvides todos los Reinos 
Madre Luna, Padre Sol 
abriendo templanza y sanación
no caigas, hermano humano.

Esperanza. 



Tristeza-Transformación

OSHO enseña que hay que ser la emoción. La única vía para trascenderla. ¿Pero qué ocurre si se trata de la tristeza? La evadimos. Con el ego armadura. Con diversiones baratas. Con psicofármacos. Con apetito voraz. Con vicios. Cada quien, escoge su modo de esconderla. Sin embargo, “soy tristeza” implica abrazarla, sentirla en su mayor profundidad; para luego, transformarla y transformarse. Allí donde las revelaciones. La fusión a esa verdad que somos, que en ese momento grita. Atormentada la sangre. Extremadamente difícil el desafío. La tristeza es humana, natural, creadora si así se elige. Perls indicaba que todo nos es útil. Por ejemplo, el odio es una manera de alejar de nuestro territorio a quien nos ha herido hondamente. En una medida, en un lapso, por supuesto. Pues el I Ching nos profesa que odiar es seguir aferrado a aquello que odiamos, siendo aún prisioneros. Contamos con aspectos de nuestra personalidad que pueden sernos saludables, útiles. Sin embargo, es nuestro verdadero Ser el que se descubre en el Silencio. Donde no somos personalidad. Donde la no-mente. También me enseñaron que el Creador encarna en diversidad de seres para experimentar diversidad de experiencias. Es tristeza, “soy tristeza”. Pero también soy esa chispa divina, dirían los gnósticos cristianos. Los alquimistas: puede alcanzarse su opuesto, caminando de grado a grado. La alegría. La belleza. La certeza de que la vida es un milagro y un peregrinaje sin meta. Cada hecho, situación, vínculo es una lección fértil. Tal vez desgarre. Tal vez eleve. Tal vez nos asuste demasiado. Vale la alegría y el coraje al menos, intentarlo.  


OSHO Zen Tarot