Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





En el Mundo de las Maravillas

Llueven hojas amarillas. Cada tanto un panadero entre mis manos, pido mi deseo, ruego que vuele alto. Como la bandada de palomas, dibujan círculos y luego encuentran su refugio. Hoy un hombre me dijo: se te cayó la hoja. Lo miré y agradecí, le di otra de mis hojas, como un tesoro escondido en la profundidad. Sonrió. Pensé: dulce humanidad. Una pequeña planta creciendo entre baldosas. Eso es valentía. Un bebé besado por su madre. Un vecino me cuenta de la milonga a la que asiste, con bastón, con emoción. En las nubes descubrí un dragón. Conocí palmeras que no les importa el otoño. Árboles añejos. No necesito seguir al conejo, con sólo abrir los ojos me alcanza. Dios tiene muchas caras.





Primavera y otoño

El I Ching dice que tanto la primavera cuanto el otoño habitan también en el corazón de cada ser. Mientras, la Rueda de la Fortuna, arcano X del Tarot Marsellés, entre muchas enseñanzas y al mejor estilo Lao Tsé: todo es transitorio, a la destrucción precede la creación, la desgracia y la plenitud son pasajeras, no se debe apegar ni a una ni a otra. Pero somos simples humanitos, algunos en el sendero de la evolución, de ir despertando a nuestra divinidad. Aún así, no es sencillo atravesar la tristeza. Llega donde sea, el tiempo que sea. Quizá Saturno, acechando el reto. Pero a veces la tristeza se transforma en un gran núcleo de creación. Hacer del dolor, belleza. OSHO decía que todos somos creadores. La asociación civil “Poesía Viva” tiene el lema: todos somos los poetas. Aquellos que hemos nacido con Neptuno en Capricornio, sabemos la apuesta: materializar el arte o el misticismo o ambos. Con trazos, colores, líneas, ritmos. Al igual que el llamado de la trompeta del Ángel del Señor -Carta XX, Tarot Marsellés- todos estamos llamados a renacer. Cualquier dimensión puede resurgir en plumas y raíces. Cisnes y perlas. Lo he dicho antes: se trata del coraje espiritual. Que duela, desgarre: pasará, se transformará y quien esté dispuesto: aprenderá del grito, volviéndose quizá, más sabio. Bendita la vida que nos permite sentir, discernir, confiar, creer, elevarnos, experimentar. No importa la esfinge y su enigma, no es necesario responder. Late el milagro. La aventura y el misterio. Seas humano, yaguareté, flor, piedra.  


Pd. Hace unos años leí que había en Argentina, sólo 200 yaguaretés. 
No sé cuántos son ahora. Ojalá la humanidad entera se transforme en compasión. 

Misterio sin nombre

Sé, hay temas que quizá no es “correcto” escribir. Pero quiero hacerlo. No se trata de copas en duelo, un corazón atravesado por espadas, una opresión que impide ver el camino, un bloqueo que encierra. Cuando, hace varios años, por primera vez escuché The Great Gig In The Sky, de Pink Floyd, más allá de las palabras, sentí: es el grito de un bebé naciendo al mundo o es el grito de un ser naciendo a una nueva dimensión, aquella que se especula, pero nadie tiene certezas. Se trata de la muerte, que no distingue entre proletarios y burgueses. Desnudez y soledad. A veces pienso que al morir nos transformamos en mariposas, yaguaretés, nardos. ¿Quién sabe? Quizá David Bowie habita en Marte, Leonard Cohen en Neptuno, George Michael en Venus. Yo también puedo tener mis suposiciones, ¿quién es capaz de impedirlo? Cuando escucho una canción de David, Leonard, George: miro al Cielo y les envío mi beso. Agradezco sus legados. Sonrío. Cada vez que recuerdo a quienes amé y se fueron, me doy cuenta de que se trata de nutrir aquello que admiraba, que los hacía nobles, grandes. La bondad, el ritual, la alegría, la inocencia. Quizá allí, un secreto. Cuando evoco mi propia muerte, imagino una celebración, donde quienes me amaron, verdaderamente, festejan mi transformación, vida nueva, vida dulce. Entiendo lo obvio, corremos de la muerte. ¿Por apego, ignorancia? Lo más obvio, por miedo. ¿Pero acaso, también, no tenemos miedo al amor, a los retos, a los propios Efectos? Todos los pueblos y religiones han tenido su comarca. El Juicio de Osiris, los campos elíseos, dormir hasta que el Cristo regrese, purgatorio, fundirnos con la divinidad; después de muchísimas encarnaciones. Cada quien, con la libertad para elegir su creencia. En el arcano sin nombre, al derecho, del Tarot Marsellés, se enseña a transformarnos, tierra preparándose que dará sus frutos, incluso la iniciación. Enigma. Una vez leí, que OSHO decía, cuando el “final” aparece, hay que saber recibirlo con consciencia. Qué difícil debe ser. Pero que plenitud. Despedirse de la vida, abierto a recibir lo que vendrá. Que valentía.



Porque la vida es...




y vos sos protagonista: no le creas al capitalismo. 

Figuras de la Corte: los Reyes

El Fuego finalmente ha crecido, sabiamente, para alumbrar y dar calor. El deseo está consumado. El Rey de Bastos contempla a su Reina y ella, a él. Rojo de acción predomina en su vestidura, algo de verde y una capa amarilla. Sostiene la vara, símbolo de su poder. Debajo, una pequeña salamandra. Posiblemente, compañera de su esposa chamana. En su trono, leones, referencia al signo de Leo; también más salamandras, mordiéndose la cola, al igual que el ouroboros: la eternidad, el ciclo infinito, circular. Sabe manejar sus impulsos, la terquedad propia de Aries. Es bondadoso y expansivo como el centauro. 
El Rey de Oros observa la abundancia de su territorio. Fértil. Colmado de belleza. Lo consiguió, se rinde ante él la creación material, humana, y el arte que la Madre Tierra configura. Su ropaje está dibujado por numerosas uvas. Supo ser cauteloso, como Tauro. Supo encontrar su lógica, analizar hacia dónde y cómo, discriminar. Al igual que la joven virgen en la cosecha. Desplegó la perseverancia, propia de Capricornio. Ahora el placer, el disfrute de la empresa conquistada, estable finalmente. 
Se parece a la Justicia, Carta VIII. Mira de frente el imponente Rey de Espadas. Vestido, casi por completo, de azul. Recuerdo el misterio del océano y el cielo. Su trono está labrado con mariposas, representantes del alma para los griegos. El pensamiento puede convertirse en compasión, ternura. En un bosque, quizá espera las respuestas que un pájaro puede ofrecerle. Aun así, no se dispersa, como Géminis. No impone a la fuerza sus ideas, como Acuario. No ofrenda cortesías vulgares, como Libra. Ha vencido las sombras, brilla, habitado por la luz de los signos que lo representan; el conocimiento, la originalidad, la búsqueda de armonía. 
Sobre el mar, el Rey de Copas. Conquistó sus emociones, no es arrasado, no es quebrado por ellas. Su copa es amplia, quizá evoca a Piscis. Soñador e intuitivo. Penetrante y magnético, al igual que Escorpio. Se transformó de escorpión a águila. Protege a su clan, románticamente. Fiel a la tradición, a sus raíces, como Cáncer. 
Cuatro hombres, cuatro realizaciones. Fuego, Tierra, Aire, Agua; en celebración y plenitud. Llegué al final de mi viaje. Comprendo el fulgor de lo receptivo y lo penetrante. Aprendí qué se esconde en cada personaje, fuerza, situación. Que se irán combinando, el azar no es lineal. Sé: soy habitada por muchos seres, sobre todo, por las Reinas, quienes me susurran: la vida se trata de ciclos, una rueda que gira sobre el mar, después de la destrucción se enciende la creación. Y Hermanubis, otra cara de Dios, te recibe. 





Figuras de la Corte: Las Reinas

-Dedicado a las mujeres con planetas Casas IV, VIII y XII-


De la baraja española desaparecieron. Pero no del Tarot. ¿Cómo podría perderse el poder receptivo de la feminidad? La delicadeza, la gracia, la sensualidad, la inteligencia capaz de Ver, la fertilidad, la fuerza. La Reina del Fuego, cubierta de amarillo (color de la inteligencia) una vara en su mano, símbolo -en este caso- de dominio, la otra mano carga un girasol, metáfora de seguir al Sol, la luz, el calor. Un gatito negro la acompaña. Quizá pocos lo sepan: es una chamana. En su corona, Laurel; victoriosa en su saber. Parece observar a la Reina del Oro. Mujer de enorme corazón y bondad. Una con la naturaleza. Su vestido lleva rojo (color de la acción), verde (vida eterna, naturaleza) y blanco (pureza). Me recuerda a la flor del nardo, frágil pero a la vez, envolvente. Sobre ella, un marco de rosas. Su corona es peculiar, pareciera que sobre la esfera hay alas rojas. La Madre Tierra es raíz y pluma. Los árboles nos enseñan esto. Llega la Reina de la Espada. Siento frío. Es mi primera impresión. Si me adentro, es la femme de la palabra certera, la búsqueda de justicia, el conocimiento. Su corona está embellecida por mariposas. No es distancia, es la preservación necesaria para sopesar y dar veredicto. Como lo enseña el I Ching: la mayor justicia nace en la compasión. Contempla a su compañera, la Reina de la Copa. En la orilla de un mar, emociones, intuición, sensibilidad. Su ropaje es casi totalmente blanco. Atenta a su copa. ¿Quién sabe? Quizá puede decodificar el mensaje que esconde el agua. Seres parecidos a sirenos y ángeles envuelven su trono. Su corona es armoniosa. 
Mis heridas, mi esperanza, mi presente. Gracias, Reina de Basto, por tu ungüento. Gracias, Reina de Oro, por tus flores que han permitido el brebaje. Gracias, Reina de Espada, por la claridad que me permite hacer de mi pensamiento, un recurso. Gracias, Reina de Copa, mi confidente, me enseñás que toda mujer es una fuente poderosa, que recibe la sabiduría de la Tierra y del Cielo. Gracias, Maestras. 
Y agradecidas, todas las mujeres: ya no podemos desaparecer por la hoguera. 






Figuras de la Corte: Caballeros

Lo primero que viene a mí son los templarios, aquellos monjes guerreros, a la vez banqueros. También pienso en un samurai, en su Bushido, poderoso código de ética. En ciertos períodos de la edad media, los caballeros, generalmente, eran de Sangre Real. Además de compartir valores y aptitudes, virtudes y exigencias, salían de los dominios reales, para conectar el afuera con el adentro, con su Rey. Eran luchadores y mensajeros. Prontos a la batalla, si era necesario. En el Tarot nos encontramos con cuatro estilos. Caballero de Fuego, de Tierra, de Aire, de Agua. En el primer caso, Caballero de Bastos (Aries, Leo, Sagitario), el caballo cabalga en justa medida, aquello iniciado por el paje sigue su cauce. Aventurero, fiel, atento a descubrir, fogoso, impulsivo, orgulloso de su estirpe, con armadura y ropaje amarillo (inteligencia) sabe hacia dónde o quizá su intensa brasa lo guía. El caballero de Oros (Tauro, Virgo, Capricornio) observa a la Reina, tal vez vuelve de la marcha con aquello que ganó: un pentáculo como una moneda brillante en la mano. Su caballo no se mueve, sin embargo, el resultado de su viaje puede querer decirnos: persevero, aún no hay consumación sino constancia. Práctico, sensato, cauto, ordenado. Útil a su linaje, debido a su disciplina. Llega el viento, arremeter por lo que se quiere, un caballo con brío, el Caballero de Espadas (Géminis, Libra, Acuario), posiblemente sale del Palacio para intentar la victoria. Su paso es rápido y salvaje, como una tempestad. Su espada en alto. Elevado el valor que da a sus ideas. Originales, extravagantes, creativas, expansivas. Es el pensamiento que abraza lo emprendido por el Paje, y sigue como las aguas, siempre en transformación. El caballero de Copas (Cáncer, Escorpio, Piscis) parecería volver, contemplar a su Reina. Copa en mano, posiblemente traiga noticias. Cabalga despacio. Nunca se sabe cuándo una emoción puede destinar el acto. Soñador, comunicativo, encantador, galán capaz de conquistar  a la dama que considere digna (en nuestra época, afortunadamente, las mujeres conquistamos, como cualquier hombre). Su casco lleva alas, me recuerdan al dios griego Hermes, justamente, el mensajero de los dioses.  ¿Cuál será el color de los mensajes que trae el Caballero de Copas? La Reina puede intuirlo. 




Figuras de la Corte: Pajes

En la antigüedad, los pajes eran jovencitos, de Sangre Noble, quienes conocían los secretos de lo que acontecía en el Reino. Más tarde, algunos se convertían en caballeros. En el Tarot pueden representar a niños o jóvenes, niñas o jovencitas. Con cierto aspecto de inmadurez¬, propio de la edad. También pueden significar situaciones, aquellas que comienzan, generalmente. Como sabemos, cada palo, representa elementos, situaciones, dimensiones del ser humano; Fuego, deseos; Tierra, acciones; Aire, pensamientos; Copas, emociones. 
El paje de Bastos nos traerá las características propias de los signos de Fuego (Aries, Leo, Sagitario). Un joven contempla una vara, quizá pensando que pronto el accionar comenzará. Sus ropas son amarillas (inteligencia) y rojas (acción), más allá se observan tres pirámides misteriosas. El Fuego está listo a desplegarse. El paje de Oros (Tauro, Virgo, Capricornio) observa el pentáculo dorado, sabe lo que implica el terreno material, su inteligencia es práctica; sus raíces poderosas. La tierra es tan joven como él. Todavía no ha brotado en primavera. Pero hacia allí se orienta. El otro joven, paje de Espadas, (Géminis, Libra, Acuario) sostiene con delicadez su espada, mirando hacia otro lado, donde una bandada de pájaros en el cielo. Todo en él parece delicado. Es capaz de unir conocimientos y hechos. Aun así, parecería haber un precipicio, quizá preparado para su dispersión. Es inteligente, sabrá sortear el peligro. Comienza el pensamiento a crear. Y el último paje, de Copas, (Cáncer, Escorpio, Piscis) lleva una vestidura que es casi completamente azul, color de conexión con las verdades cósmicas. En su copa, un pez. Paje soñador, imaginativo, sensible, quizá esponja psíquica. Aparece la emoción, el Agua, tal vez el iniciar una relación sentimental, una amistad o tal vez una apertura hacia la intuición. 



El camino de los Oros

El firmamento dice que puedo lograrlo, empiezo, no negaré que la materialidad es importante, como el cuerpo, el templo. Puedo ser bendecida si emprendo, voy a perseguir la prosperidad. También me toca la búsqueda de equilibrio, se trata de cuerpo y alma, materia y sutilidad. Y siempre las aguas que acompañan, como emociones capaces de protegerme, si logro que la balanza cuente a mi favor. Ahora, el momento de ser acompañada, trabajar en equipo, planificar, soñar con aquello que anhelamos y llegar a materializarlo. Pero no resulta tan fácil, cuesta vencer mi apego al dinero, a los objetos, a los mandatos, a ciertos vínculos, detrás la poderosa creación material, y sin embargo, le doy la espalda. No sé cómo vencerlo. O sí sé, pero no estoy dispuesta. Y entonces, sentirme desamparada, desprotegida, en todas las dimensiones que nos hacen humanos. No puedo darme cuenta: la ayuda y la esperanza esperan a un costado. Camino ciegamente. En la dureza del frío, en la fragilidad de mi organismo. Y luego, la capacidad de dar y recibir, el círculo. El auxilio según las acciones, la necesidad. Aprendo a pedir en mi urgencia. Aprendo a agradecer. Sin embargo, más tarde, la cosecha entrega pentáculos brillantes, dorados. Yo esperaba uvas. Dirán, sin que yo sepa: no sabe leer las señales. La habita el pesimismo. No se da cuenta de la divinidad y su tesoro. A continuación, el trabajo y su esfuerzo, artesana cuya disciplina me permitirá la recompensa. Al menos eso intentaré. Perseverancia. Disciplina. Más allá, me transformo en una mujer de vestidura amarilla, el color de la inteligencia, un águila me acompaña, me recuerda a Zeus, quizá ésta es la retribución a intensa constancia. Yo misma, embriagada de fertilidad y belleza, no hubo guerra para la victoria que me contiene y me disuelve entre nueve pentáculos, frutos, árboles, montañas. Gracias, naturaleza. Soy contenida en tu cuerpo, como una flor. El último escenario, rodeada del fulgor que la familia otorga, danza de niños, jóvenes, adultos, abuelos, hermanos animales. Diez pentáculos, la exuberancia de la Madre Tierra y la habilidad del hombre. Se descubren la tradición, el amor y la alegría. 



El camino de los Bastos

Se trata de mi iniciativa, de mi deseo, del fuego que se adhiere a mi ideal, sé que voy a comenzar. Ahora observo el horizonte, me apoyo en la tierra, puedo quizá expandir mi mundo, tengo que reflexionar hacia dónde, cuál es mi voluntad y cuáles mis recursos. Pero ya tengo más raíces, ya comprendí la meta y la senda a seguir, no sólo me apoyaré en mí misma sino también en mis partidarios. Más tarde, el fruto, mi refugio, embriagado de prosperidad y abundancia, estable, en calor y ternura. Luego, la competencia, en justa ley, a veces hay que luchar por lo que se desea, sin perder jamás la ética ni la moral. La dulce humanidad. Continúo. La victoria me acompaña, el laurel es mi corona: gané la batalla. Pero sé: la guerra es larga y cruel, y en verdad, nadie gana. Pero en este momento el disfrute, la compañía de quienes creyeron y creen en mí. Pero después la batalla es contra a enemigos que no puedo observar, quizá están ocultos, quizá soy yo misma la enemiga más poderoso. Me atormento, una crítica, una opinión negativa del afuera. O mis propios núcleos de oscuridad. No lo sé. Aún no lo sé. Hay esperanza más allá, los bastos se dirigen a estaquearse en la tierra, la acción persiste, con ritmo y fulgor. Tal vez con rapidez, lo que sí es seguro; el movimiento es acertado. Aunque el cauce siguiente es tan extraño. Estoy tan cansada, no sé pedir ayuda, no sé cómo terminar lo que empecé. La venda en mi frente resguarda, como si padeciera un mal. Y el final. No puedo darme cuenta dónde me dirijo. No puedo ver. Estoy exhausta. Estoy quebrada. Estoy alerta, nadie sabe que escondo un as.  



El camino de las Espadas

Mi pensamiento es capaz de crear, dependerá de si soy positivo, mi creación, mi vibración, aquello que puedo decretar. También una nueva creencia, un nueva manera de pensar, es el cauce de mi pensamiento el material. Avanzo, mis ojos están tapados por una venda, mis brazos cruzados, no puedo ver la Luna, no puedo ver el agua: no puedo integrar mis pensamientos y mis emociones, no confío en mi intuición, estoy bloqueada. Más allá, mi corazón y su herida, duele, hunde, este es mi duelo: “llueve en mi cabeza como una tragedia”1. Ahora parece que morí, sin embargo, mi inmovilidad tiene que ver con el silencio, con la parada que necesito para reflexionar. Sigo, gané la lucha, mi inteligencia me acompañó, en justa ley, la derrota no me pertenece. Pero hay instancias donde necesito encontrar una salida, atravesando quizá mis emociones, no huyo, enfrento y cambio, lejos de situaciones que pudieran dañarme. Camino. Como Ulises, “rico en ardides”2, encuentro una estrategia, me siento ágil, supe aprovechar la situación, me siento relajada. Pero el sendero continúa, y otra vez, mis ojos están vendados, mi abdomen, mi panza, parte de mis piernas. Siento que no hay salida, el pensamiento determina mi emoción y mi padecimiento, sin embargo, las espadas no me rodean por completo. Si abro bien los ojos: encontraré la salida y el camino a casa. Y ahora, circular el pensamiento, parásito, carcomiendo hasta mi cuerpo, mi descanso, la posibilidad de dormir y de soñar. Finalmente, me siento derrotado, como si mi propia psiquis ha sido capaz de matarme, aun estando vivo. Pero mi capa es roja, pero miro las aguas. Quizá encuentre el misterio y la resolución, como el viento, que dispersa juicios, mandatos, deberías. 

1- Canción de Eurythmics: “Here comes the rain again”.
2- La Odisea, de Homero.