Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





La clave de mis ovarios


Tan lejos, hombre
siendo no sé quién.
Gira lo noche hacia tus ojos.

No existe clavo que saque otro, no en el camino donde me doy cuenta de que yo misma soy ese clavo y yo misma, la clave para trascenderlo.  

La trayectoria de la Luna alrededor de la Tierra es de aproximadamente 28 días. 28 días es la duración del ciclo femenino. Es por ello que desde la antigüedad la Luna ha tomado carácter y forma femeninos. Las curvas que construyen su símbolo ͻ, cada una de ellas, representa el proceso de receptividad. Astrológicamente, la Luna se asocia a las mujeres relevantes en la vida, a la maternidad, a los ovarios, a la forma del hogar físico y al hogar como lugar seguro construido en la personalidad. También representa cómo nos sentimos seguros. Es lo emocional, la intuición y las respuestas instintivas. El inconsciente. 

       La energía del signo de Cáncer, signo regido por la Luna, es aquella relacionada con la melancolía, la nostalgia, el romanticismo, la ensoñación, la búsqueda del calor hogareño, del clan, la patria, las raíces. Aquello que es la célula de la sociedad: la familia. 

     También la Luna es energía de pasión y misticismo. En el Tarot de Marsella, la imagen de un estanque, de cuyas aguas emergerá un cangrejo, que simboliza las pasiones ocultas, a veces peligrosas para quien no sepa manejarlas, mas allá, un perro y un lobo aúllan a la Luna, el descontrol que configura la noche misteriosa, quizá evocando a Hécate y sus hijas. El escenario, un desierto donde solamente tres plantas. Luna brillante. Cuyas gotas invertidas dan cuenta de la receptividad, la luminaria recibe la luz del Sol. Sus rayos rectos alumbran pero no dan calor (a diferencia del Arcano El Sol, que tiene ambos rayos). 

     Cuando pienso en los ciclos que la Luna dispone, pienso en los ciclos que mi feminidad constituye. Evoco a mis grandes maestros, los ovarios.

Astronómicamente la Luna cuenta con un diámetro de 3400 km2. Su superficie está formada por zonas claras y oscuras, las claras han sido impactadas por meteoritos, presentan cráteres y las oscuras han sido habitadas por material volcánico, presentan surcos. También tiene cordones montañosos. Su color es amarillo oscuro, brillante la vemos: consecuencia de su cuerpo sobre el fondo oscuro del cielo. Los dos movimientos principales son la traslación lunar (giro alrededor de la Tierra) y la rotación lunar (sobre sí misma). La influencia de la Luna sobre la Tierra es constante y poderosa, sus ciclos dan cuenta de instancias de mayor crecimiento y esplendor de todos los seres (días óptimos para siembra, cosecha, cortes de pelo, operaciones, actividades religiosas, encuentros interpersonales, ritos de magia, etc.), siendo la suba o baja de las mareas el más característico. Sus fases más importantes son cuatro: Luna Nueva, Cuarto Creciente, Luna Llena y Cuarto Menguante.

28 días la Luna tarda en girar alrededor de nuestro planeta y 28 días es el ciclo femenino que nos prepara para dar vida. Ciclo que empieza con el último día de la menstruación y termina con el día anterior al inicio de la siguiente menstruación. Los ovarios son los órganos reproductores femeninos. Son dos, tienen forma y tamaño de almendra, están alojados en la parte baja del abdomen, a ambos lados del útero, su color es blanco grisáceo. Segregan hormonas sexuales y óvulos (células sexuales). Los ovarios son los equivalentes a los testículos del hombre. El ciclo menstrual tiene cuatro fases: menstruación, pre-ovulación, ovulación y post-ovulación. En la primera, la superficie del endometrio se rompe y se desprende, fluyendo como sangre. En la segunda, los ovarios desprenden estrógenos y otras hormonas, el óvulo madura y el endometrio se engrosa. En la tercera, el óvulo óptimo viaja desde el ovario hacia el útero a través de la Trompa de Falopio, si no es fecundado, el óvulo se desintegra y se expulsa en forma de sangrado: el embarazo no ocurrió, se define la cuarta etapa. Si volvemos hacia atrás, a la creencia del matriarcado que organizaba la vida en comunidad, el mencionado ciclo configuraba una medida de tiempo que, a diferencia del propuesto en la actualidad por el sistema capitalista, no sólo se identificaba con la naturaleza sino que también entronizaba la lentitud en el sentido de respetar el movimiento y la quietud propias del devenir cósmico, frente al capitalismo que exige la productividad desmedida, el hacer por hacer en sí mismo, la acción metódica sin reflexión, la optimización voraz de las tareas laborales, la velocidad, lo descartable; los recursos humanos frente a los seres humanos. Las mujeres considerabas brujas en la edad media, muertas por la Iglesia Católica, sabían de la importancia de la capacidad orgánica de la mujer, estas chamanas, que manipulaban energías y se consagraban a ancestros, astros, y a los cuatro elementos de la cosmogonía occidental (fuego, tierra, aire y agua) y sus elementales, sabias que curaban, ampliaban consciencias e iniciaban en diversas artes, entendían el poder femenino, aquel que hemos heredado de la Pachamama, la capacidad de recibir, de ser germinada, sostener, conservar y luego soltar. 

Al igual que simbólicamente la Luna nace, crece, madura y empieza a morir, para luego volver a ser Nueva, los ovarios me enseñan el mismo tránsito. Mi nacimiento en la sangre que recibo de mi cuerpo, la certeza de mi capacidad potencial de dar vida, la profundidad más intensa de que soy mujer. La sangre es el líquido más importante del cuerpo, constituye el 1/13 de su peso total. Está formada por el plasma, su parte líquida y por las células, su parte sólida. Impulsada por el corazón, a través de las arterias y capilares lleva los nutrientes necesarios para el funcionamiento del organismo, y regresa al corazón y a los pulmones. La sangre menstrual además tiene endometrio, la piel interna del útero, donde crece el embrión. La sangre es símbolo de muerte y de vida.    

Mis ovarios que han dado vida al óvulo, aquel que crecerá, que será maduro, que viajará a la espera de ser fecundado, y que si no lo es, muere para dar comienzo a un nuevo ciclo. Mi organismo tiene la sabiduría de desprenderse de aquello que no ha podido ser. Sabe que ha de soltar para vaciarse, y que sólo en ese espacio vacío existe la posibilidad de que algo nuevo pueda ser creado. Enseñanza vital en el camino del conocerse a sí mismo, donde muchas veces los aspectos más vulgares siguen sosteniendo situaciones o personas que no han sido en la medida de nuestras exigencias. 

¿Qué pasaría si el ovario se negase a soltar al óvulo? No existiría la vida. No habría creación. Un ovario que no actúa de acuerdo a su labor, a su estructura, sin noción de la totalidad de la cual es parte y la cual lo necesita en toda su entereza, ese ovario que no está dispuesto a trabajar en sincronía con sus compañeros órganos, ese que da cuenta de aspectos negados o desconocidos de la personalidad: mensaje amoroso de un cuerpo que necesita ser escuchado. ¿Y qué pasaría si el óvulo que no ha sido fecundado se niega a desprenderse? Lo mismo que ocurre cuando el pasado no es materia de transmutación sino de repetición, donde nos volvemos víctimas del pensamiento, la nostalgia que no crea sino que atormenta. Cuando lo que pudo haber sido es presente en el sentido de que me aleja de mis emociones, de mi fuente, de mi ser real y esencial. Volver al pasado fragmentando mi aquí y ahora. Esa noche que todavía gira hacia los ojos de la ausencia que evoco. 

No existe clavo que saque otro, no en el camino donde me doy cuenta que yo misma soy ese clavo y yo misma, la clave para trascenderlo. Mis ovarios muestran que en mí, la capacidad de soltar. Sin monólogos reiterativos, sin lamentos, sin culpas, teorías, sin mandatos. Naturalmente. En ellos la clave. Si mi organismo puede hacerlo, yo también puedo.