La cruz, símbolo compartido por numerosos pueblos y
religiones. Desde el antiguo Egipto hasta los Andes de América. Desde Grecia
hasta China y la India. Desde los celtas hasta los modernos cristianos. Revela
a cada quien en la medida de su comprensión y experiencia, por otro lado
oculta, sugiere una parte, tan sólo la punta del iceberg. En Astrología, la
hora y lugar de nacimiento definen la intersección del Horizonte y la Eclíptica:
el punto Este es el Ascendente, es decir, el signo zodiacal que asciende, a
partir del cual podemos dividir la rueda zodiacal en 4 ángulos. Se le llama
cruz encarnada, corresponde a los ejes del Ascendente, Casa 1 (cuerpo físico,
personalidad), Fondo de Cielo, Casa 4 (raíces, hogar), Descendente, Casa 7
(pareja, asociaciones intimas, enemigos declarados) y Medio Cielo, Casa 10
(imagen pública, profesión). Como es arriba es abajo. Vengo del nadhir (Casa
4), intento ir hacia donde el sol está más alto, el zenhit (Casa 10). En cuanto
a los símbolos planetarios, la línea vertical representa el principio activo y
la horizontal, el receptivo, la combinación de ambas forman la cruz: lo que
existe. También me gusta pensar que la línea vertical representa al Cielo, (I
Ching) el principio creativo y luminoso, la idea, yang, cuya imagen es el
dragón y la línea horizontal la Tierra, el principio pasivo y oscuro, la
materia, yin, cuya imagen es la yegua. Todo lo que existe está en la cruz. Como
seres humanos nos movemos horizontalmente, pero a veces el milagro, lo
Inmanifestado irrumpe desde arriba y nos cruza, nos evidencia que también somos
incognoscible, sin comienzo ni fin. La encrucijada se resuelve para revelarnos
que no estamos separados. Es ese misterio que en el gráfico de la Carta Natal
es el círculo central vacío. Nadie puede interpretar qué hay allí, sólo puede
ser alcanzado por quien está dispuesto a entrar en el silencio, usando el
puente de la Meditación.
El eje 1-7 (Hemisferio Inferior) es la vida
interior, la oscilación que no vemos del péndulo, la línea horizontal,
introspectiva, femenina, material. El eje 7-12 (Hemisferio Superior) es la
oscilación visible, ir hacia afuera, la línea vertical, expansiva, masculina,
espiritual. Desde el primer aliento traemos nuestra cruz encarnada. Puede ser
una cruz de sufrimiento o una cruz que integra el dolor y busca la
trascendencia. El viaje del arquetipo del Loco, carta sin número del Tarot de
Marsella, el proceso de individuación definido por Jung. El viaje del héroe.
Emprendo el camino para reconocerme en “aquello” que no es más que la
correspondencia con lo que pasa dentro de mí. Lo que niego o lo que desconozco,
lo que me fue impuesto o lo que me engrandece. Dicen que lo que el hombre no
sabe de sí mismo se convierte en su destino. Cuando me paro en el centro de la
cruz observo los cuatro caminos, ¿quién voy siendo? desde mi casa 1, ¿qué
proyecto en el otro? desde mi casa 7, ¿de dónde vengo? desde mi casa 4, ¿hacia
dónde quiero ir? desde mi casa 10. También el tendido Péladan evoca esto: un
método sencillo de consulta donde se disponen cinco cartas formando una cruz,
el centro es la síntesis, cómo se resolverá, el consultante más allá de sus
circunstancias; a la izquierda, el pasado, lo que se posee; a la derecha, el
futuro, lo que se desconoce; arriba, las aspiraciones, lo ideal; abajo, lo real
y concreto, los medios con los que se cuenta.
Algunos grupos de estudio (principalmente de Taiwán,
radicados en Argentina) donde confluyen taoísmo y confucionismo representan las
cinco virtudes del hombre en una cruz, virtudes que nos hacen a imagen y
semejanza de dios: al este, benevolencia; al oeste, justicia; arriba (que lo
consideran sur), cortesía; abajo (norte), sabiduría; y en el centro, fe, como
madre de todas las virtudes. Pienso entonces que si mi Ascendente es el
vehículo por donde saldrán los planetas es consecuente que se trate de
benevolencia, compasión, amor universal. El Descendente será la posibilidad de
desplegar justicia hacia los otros y, esencialmente, hacia uno mismo. El Fondo
de Cielo como sabiduría, saber aprovechar lo que heredé, nutriendo lo noble y
transformando lo vulgar. Cortesía en el Medio Cielo, la humildad en desmedro de
la arrogancia y el crecimiento de la prudencia. Y fe en el centro, en el
círculo blanco, cuyo ideograma chino se logra de unir los trazos que forman
hombre y palabra. Quizá se escribe así porque somos los hombres los que estamos
llamados a cantar por la Madre Tierra. Estamos llamados a evolucionar, a ser
felices. A Darnos Cuenta. A ser carne de aquello que dijo Jesús, “amarás a tu
prójimo como a ti mismo”. Como a ti mismo. El amor verdadero empieza en uno. Y
conocer nuestra cruz encarnada es una manera de aprender a querernos.
En la ciencia sagrada de los números, números como
potencias, 0 es el Absoluto, sólo empieza a poder ser comprendido cuando llega
a 1, que es la unidad -en el 2 aparece la dualidad-. 4 es la perfección
manifiesta, el cuadrado, 7 es la perfección de la virtud, y el 10 vuelve a
traer a todos los números, siendo el Macrocosmos. En Marsella, la Carta I es El
Mago (inicio); la Carta IIII, El Emperador (estabilidad); Carta VII, El Carro
(desplegar los recursos) y la Carta X, la Rueda de la Fortuna (cambio de
ciclo). Papus en su libro, El Tarot de los Bohemios, agrupa en una cruz las cuatro
letras del nombre de dios: al norte, iod (lo activo); al este, he (lo pasivo);
al sur, vau (enlace que une lo activo con lo pasivo); al oeste; segunda he (la
transición de un plano a otro).
Cuatro puntos esenciales de la Carta Natal. Dos
ejes. En el primer madero de mi cruz, el horizontal, me reconozco a mí mismo,
soy único, soy un pequeño universo. En el segundo madero de mi cruz, la
propuesta se intensifica. Soy un pequeño universo que a la vez es parte de un
universo mayor que me trasciende y me contiene. Alan Leo especula que mientras
más evolucionado es un ser humano menos se mueve en el estado terrestre de su
carta natal, es decir, en los asuntos mundanos donde los planetas ejercen su
energía, mientras asciende, más cerca está de la matriz zodiacal hasta que al
iluminarse también la trasciende. Me gusta pensar que quien se ilumina sólo es
en ese círculo vacío, sin limitaciones, en la danza cósmica, donde semilla y
árbol habitan juntos. Y mientras escribo esto me doy cuenta que lejos estoy aún
del misterio.
+ Agradezco especialmente a mis compañeros de Teosofía. Y a José Luis Nato, por su interpretación de mi Carta Natal.