Carta 10, La Rueda de
la Fortuna
“No te rindas. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha”.
-Frag. Para una versión del I King, Jorge Luis Borges-
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha”.
-Frag. Para una versión del I King, Jorge Luis Borges-
La
rueda es símbolo de eternidad. Pienso en la rueda del zodíaco, que significa en
griego: rueda de animales, doce naturalezas presentes en lo que existe. Además,
la rueca del destino. Las tres moiras griegas, hilanderas, que se ocupaban del
hilo de la vida y el fin de los mortales, -eran extremadamente respetadas por
Zeus- una lo hacía con la rueca, la otra medía y la última cortaba. Frente a
mí, una rueda gigantesca, saliendo del océano. Quizá porque queremos volver a
las aguas del Padre, fundirnos en él, después de tantos viajes. Son tres los personajes
del arcano. Hermanubis como representante de las fuerzas positivas, nutricias
para la vida. Hermanubis, deidad que nació a partir de la unión de los dioses
Hermes y Anubis. Hermes era el dios griego de la comunicación y el intercambio,
creador de la lira; astrológicamente es la mente concreta, el impulso y la
avidez por conocer, el movimiento, el discurso. Anubis era el dios egipcio con
cuerpo de hombre y cabeza de chacal, como un sacerdote acompañaba al difunto
hasta el Juicio de Osiris. Hermanubis asciende en la Rueda, mientras que el
otro personaje, Tifón, desciende. Tifón en la mitología griega era hijo de Gea,
un gigante monstruoso capaz de desatar terremotos y huracanes, su cuerpo era de
dragón y serpientes, quiso destruir a Zeus por lo que fue desterrado al monte
Etna; desde mi criterio elijo enunciar a ese Tifón; representante de las
fuerzas destructivas. La esfinge arriba, en el medio, esfinge: el eterno enigma
de la creación y símbolo de poder para los egipcios, la autoridad que no se
mueve. Con su espada, parecida a la espada de la Justicia, custodia. Lleva
corona y capa, quizá para reservarse otro secreto, la Esfinge debe saber qué
hay más allá de la manija de la Rueda. El número 10 es la unidad del ser
humano, también un nuevo comienzo, más evolucionado, pues se dice que el 10 es
1 en una octava superior. La Rueda habla de ciclos. La esfinge parece decir: no
te apegues a la felicidad ni a la desgracia, pues ambas son transitorias. La
Rueda gira hacia el Loto, gira hacia el pantano y volverá a girar. Me trae la
buena y la mala suerte, pero en el Kybalion, suerte no es más que una palabra
que da cuenta de la Ley de Causa y Efecto. Entonces la Rueda indica que
pensamiento, palabra y acción determinan los efectos y mi próxima encarnación.
Karma que siento como una balanza. En el Taoísmo se dice que el octavo sentido
es una marmita de semillas kármicas, que se conectan a través del séptimo
sentido con el sexto sentido, que le llaman mente. La marmita de semillas,
oscuras y luminosas, condiciona mi percepción en la vida presente. Recibo mal o
recibo bien, navego en luz o en oscuridad, dependerá de aquello que sembré y
siembro. A veces no entenderé el porqué de tanta prueba, a veces me enojaré en
mi falta de entendimiento, a veces gritaré de dolor. Pero en algún momento la
Rueda girará para recordarme que sólo permanecen el amor y el cambio. Y al
costado de la Rueda, donde yo no veo, el Creador tiene la manija y la última
palabra.