Dicen
que lo obvio a veces es lo más difícil de ver. Por eso lo evoco. Primero. El
Fuego calienta, da luz, purifica, transforma, cauteriza, puede crear y puede
destruir, siempre busca crecer, transforma. La Tierra recibe, sostiene, limita,
contiene, es concentrada, es fija, organiza, es práctica. El aire se expande,
transmite, conecta, no discrimina, dispersa, no tiene límites, integra, reúne.
El Agua absorbe, une, disuelve, toma la forma de lo que la contiene, nutre,
limpia, refleja.
Los
antiguos griegos consideraban que en la naturaleza confluían cuatro fuerzas. Se
les llamó cualidades. Dispuestos en una cruz: al norte Cálido; al sur, Frío; al
este, Seco; al oeste, Húmedo. Lo cálido es la fuerza centrífuga, la expansión.
Lo frío es la fuerza centrípeta, la concentración. Lo seco es lo tenso y lo
limitante. Lo húmedo es lo flexible y lo adaptable. El devenir de las
estaciones daba cuenta de esto. Al agrupar las cualidades en pares
se conformaban los elementos. El Fuego es la unión de cálido y seco. La Tierra
es la unión de seco y frío. El Aire, húmedo y cálido. El Agua, frío y húmedo. Siempre
la primera cualidad es mayor a la segunda. Empédocles, poeta y vegetariano (“yo
fui en otros tiempos un joven y una niña, un arbusto, un pájaro y un mudo pez” fr.117),
creía en un ciclo cósmico, de ritmo cíclico, donde las cuatro cualidades son el
origen, por eso las llamó Raíces. Y utilizó imágenes míticas: Zeus
(representaría el Fuego), Hera (Tierra),
Nestis (Agua) y Aidoneo (Aire). Será el amor y el odio, la Amistad y la
Discordia, las energías que configuran el proceso por el cual aparece,
evoluciona y desaparece nuestro universo. Aristóteles se inspira en el poeta y
en Platón (mundo sensible donde están los elementos) y desarrolla su visión
física de la naturaleza, donde los cuatro elementos Fuego, Tierra, Agua y Aire
están presentas en cada partícula de la materia. Empédocles me recuerda a Carl
Sagan cuando dice: somos un “conjunto de moléculas orgánicas”, pero es el
ordenamiento de las moléculas al combinarse lo que nos vuelve únicos. Me gusta
pensar que también son el amor y el odio las energías que ordenan nuestro
proceso de crecimiento, definen nuestra salud y evolución.
Los
fenómenos de la naturaleza están presentes en el interior de los hombres. Así
lo demuestra el I Ching, libro sapiencial y oracular, donde Yang y Yin, Cielo y
Tierra, se combinan y generan la Montaña y el Lago, el Trueno y el Viento, el Agua
y el Fuego. Comprender el sentido de los signos y sus combinaciones es una
manera de entrever las leyes cósmicas que rigen el orden horizontal, humano. Comprender
los fenómenos de la naturaleza y su correspondencia en el corazón para saber
actuar. “Lo claro, al irradiar la luz, requiere la presencia de lo perseverante
en su interior, para no quemarse del todo y estar en condiciones de iluminar en
forma duradera”, Hexagrama 30, Li, Lo Adherente, el Fuego. “La verdadera
quietud consiste en mantenerse quieto una vez llegado el momento de mantenerse
quieto, y en avanzar una vez llegado el momento de avanzar. De esta manera
quietud y movimiento están en concordancia con los requerimientos del tiempo, y
así hay luz en la vida”, Hexagrama 52, Ken, El Aquietamiento, La Montaña. “En
la naturaleza lo que dispersa las nubes acumuladas y da lugar a una serena
claridad del cielo, es el viento. En la vida humana, se trata de penetrante
claridad del juicio que aniquila todas las sombrías segundas intenciones”,
Hexagrama 57, Sun, Lo Suave, Lo Penetrante, El Viento. “El agua da un ejemplo
para la conducta correcta que corresponde en tales condiciones. Fluye y fluye y
rellena todos los lugares por los que pasa hasta sus bordes y nada más; no
retrocede ante ninguna caída, y nada le hace perder su índole propia y
esencial.”, Hexagrama 29, K´an, Lo Abismal, El Agua. Si bien en la cosmogonía
china los elementos son cinco: madera, fuego, tierra, metal y agua, yo nací en
Buenos Aires, en mis huesos la cultura occidental, la búsqueda de unión. Elegí
la Montaña duplicada como representante de la Tierra y el Viento duplicado como
representante del Aire, porque considero que Yang y Yin son fuerzas, a la
manera de Empédocles, y el resto de los signos, raíces. Al estudiar el
Hexagrama Li pensé en el signo de Sagitario, adherirse a un ideal elevado para
perseverar, le flecha del centauro se dirige al cielo. En el Hexagrama Ken
pensé en Virgo, movimiento y quietud mental, tal como el movimiento y la
quietud de la virgen al recoger la cosecha, la discriminación. En el Hexagrama
Sun pensé en Acuario, que vence las segundas intenciones del egoísmo en función
de algo superior, comunitario, el aguatero que derrama sus aguas sobre todo y
todos, sin distinción. En el Hexagrama K`an pensé en Escorpio, la fortaleza
frente a la adversidad, el escorpión oculto en las aguas, que sabe defenderse.
Estamos
habitados por los elementos. Pueden ser nuestros aliados. Eliphas Levi en Dogma
y Ritual de Alta Magia, segundo volumen, dice sobre los elementales, los seres
de los elementos: “es preciso ser prontos y activos como los Silfos (Aire);
flexibles y atentos a las imágenes como las Ondinas (Agua); enérgicos y fuertes
como las Salamandras (Fuego); laboriosos y pacientes como los Gnomos (Tierra)”.
Los arcanos menores del Tarot de Marsella, que son la baraja española que
usamos para jugar (sin la figura de la Reina, que sospechosamente se perdió en
el camino) tiene cuatro palos que representan a los cuatro elementos: bastos es
Fuego (deseos), copas es Agua (sentimientos), oros es Tierra (acciones) y
espadas es Aire (pensamientos). Elementos presentes en la Carta I, El Mago y la
Carta XXI, el Mundo.
En
Astrología, el análisis de la preponderancia y carencia de los elementos es una
de las primeras acciones al momento de estudiar una Carta Natal. Estos cálculos
determinan la Función Superior, Función Auxiliar y Función Inferior, planteadas
por Jung, que también usamos. Según Eloy Dumón, en su Manual de Astrología
Moderna, el Fuego (color rojo) “hace a las personas entusiastas, alegres,
vigorosas, confiadas en sí mismas, optimistas, ardientes, activas, apasionadas,
intensas en la emoción, amiga de la buena vida, de los deportes, del ejercicio
y de las aventuras”; “las personas de Tierra (color verde o marrón) tienen
rasgos de solidez, de seguridad respecto de lo práctico. Es gente hábil, de trabajar
duramente, sencilla y con sentido común; es más cuidadosa, cautelosa y fría, desconfiada,
calculadora, indecisa frente a personas más ágiles y decididas”; “las personas
de Aire (color amarillo) tienden a dar mucha importancia a la comunicación, en
cualquier forma que sea. Su tendencia es a razonar, estudiar, investigar; son
intelectuales, inteligentes, trabajan en el plano de las ideas; les agrada
conectar los pensamientos, a las gentes y a los lugares”; “las personas de Agua
(color azul) suelen ser más felices cuando su fluidez es utilizada o está
contenida por algo o por alguien. Son muy sensibles, intuitivas, inspiradas;
cualidades que se expresan a través del arte: la música, el baile, la poesía,
así como el desarrollo de las cualidades psíquicas y en la ayuda a los demás”. Paracelso decía que “nada es venenoso, todo es
venenoso: la diferencia está en las dosis.” La abundancia de Fuego puede
indicar insensibilidad; la de Tierra, estrechez; la de Aire, im-practicidad; la
de Agua, ocultamiento. La carencia de Fuego puede indicar pesimismo; la de
Tierra, irresponsabilidad; la de Aire, aislamiento y la de Agua, superficialidad.
Vuelvo
a lo obvio. El Fuego entonces me hace pensar en la pasión y en el futuro. La
Tierra en la conservación y en el presente. El Aire en la potencia, en poder ir
al pasado y al futuro. El agua en el pasado y en la sanación.
Madrugada,
la noche es estática frente al vaivén de mis pensamientos y angustia. Consulto
al sabio maestro, I Ching, su consejo es K´an sobre K´an, el Agua. Estoy dispuesta
a llegar más intensamente a su respuesta. En terapia, cierro los ojos, mi
consciencia en mi cuerpo, lo que voy sintiendo, mi espalda está dura, la dureza
llega hasta mi cuello y luego cubre parte de mi cabeza, lado derecho, en mi
panza pequeñas puntadas, numerosos ruidos, en mi pecho, humedad, abismo, es
agua, la siento crecer y la siento estallar cuando lloro, cuando escucho mi
voz, soy un animal herido, Carlos, mi terapeuta, me está acompañando, me alenta
a seguir en contacto con mi profundidad, a darme cuenta del latido de mi
corazón, su incesante música que alimenta cada una de mis células, la sangre es
vida, siento mis lágrimas recorrer mis cachetes, soy tristeza, tristeza que fluye
y completa, me recibo, me celebro, de piel para adentro, mi fuente. Abro los
ojos. En la calle me recibe la lluvia de hojas. No tengo pensamientos. Me
siento triste y acuática. Estoy viva. Como una sirena que respira otoño.