“Cuando estás solo, no estás solo: simplemente estás solitario. Y hay una tremenda diferencia entre estar solo y estar solitario. Cuando estás solitario piensas en el otro, extrañas al otro. Sentirse solitario es un estado negativo: supones que habría sido mejor que el otro estuviese a tu lado: tu amigo, tu esposa, tu amado, tu esposo, tu madre. Habría sido mejor que el otro estuviera allí, pero no está. Estar solitario es la ausencia del otro. Soledad es la presencia de uno mismo”; OSHO, arcano IX de su Tarot Zen.
Somos humanitos, simplemente, la virtud del desapego a veces brota, a veces no. Caminamos creyendo que un otro, otra, nos librará de la caja abierta de Pandora. Pero los agujeros existenciales no se tapan con objetos, palmadas, carreras, parejas, hijxs.
Ir al encuentro de un otro puede ser una aventura o una insistencia en el error. Una identidad fuerte, sólida, orientada al autoconocimiento, difícilmente sostendrá circunstancias y vínculos tóxicos. Sabe amarse, sabe amar.
Durante una relación tóxica, la personalidad pierde su fuego. Las proyecciones, de un lado al otro, son el peligro que invita a la fragmentación. La noble piel que nos limita, dándonos identidad, se quiebra. Parecemos definirnos a través de un espejo. Astillado, con ceniza y polvo. Y entonces, ir adentro. A ese lugar donde nada ni nadie puede llegar. Nuestra pureza, diría Jodorowsky*.
Juntos pero no revueltos*. Pues ha de haber un espacio vacío entre los amadores. Y es justamente ese vacío el que permite el verdadero encuentro. Ya no existe el te quiero porque te necesito sino el te necesito porque te quiero.
Cuántas veces el miedo a la soledad nos lleva a elegir, construir, sostener relaciones dañinas. Aferrados fuertemente a la perla no nos damos cuenta de que se trata de plástico.
Ya mal heridos, ya cansados, se abre una puerta: es la soledad que nos permite entrar en el Silencio. Se abre el telón. Nos encontramos con nuestros dones, gustos, preferencias y con aquello que ya no permitimos ni permitiremos del afuera. La diversidad enseña cuando la agudeza despunta. La soledad no es ausencia sino encuentro con lo que vamos eligiendo ser.
*término acuñado por la Lic. Maya Zuretti
*sobre Carta II, La Sacerdotisa en La Vía del Tarot