Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





De Guías

La ética no puede enseñarse. Es incapaz de transmitirse. Cada ser va eligiendo, forjando su respeto hacia la vida que lo penetra, lo rodea y lo exhorta. Mis guías han sido y son mujeres. También han sido y son hombres. Llevan años de conocimiento y sabiduría. Cada una en su materia, en su arte. Con la intuición que Karma define. Con el crecimiento intuitivo que sólo la disciplina y la experiencia otorgan. Celebro a quienes saben más que yo. Celebro su apuesta y bondad. Afortunadas quienes hacemos el camino junto a otras, que nos guían, nos alientan, nos aclaran, nos recuerdan la responsabilidad que implica la consagración y el servicio. Referentes que lo son por esa nobleza que no se hereda sino que se construye. Ser una misma no implica que el otro no sea, se niegue. El autoestima no es herido con el reconocimiento a otras, sino que se nutre aún más, por el respeto y la lealtad hacia quienes nos han ayudado y nos ayudan. Nos han enseñado y nos enseñan. Con cuerpo y sangre. El sistema capitalista seducirá con -como me gusta llamarlos- podios de lata y alambre. Tal vez aplaudirá. Sin embargo, en el Juicio de Osiris, cada corazón es pesado. Cada verdad es sopesada en la balanza de la diosa egipcia Maat. Y la resolución dependerá del amor elegido y desplegado. No es fácil ni liviano para nadie. Al menos para mí. Pero creo y siento que de eso se trata. Como me enseñaba Maia, quien fuera mi amiga y guía antes de convertirse en viento noble, psicóloga, psicodramatista, terapeuta gestáltica y sannyasin de OSHO: la diferencia con el otro asienta tu sendero. Y a fin de cuentas, todos nos instruyen. 
Dedicado a mis Guías: Andrés, Maia, Leonor, Marta y Alicia.