Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





El camino de los Oros

El firmamento dice que puedo lograrlo, empiezo, no negaré que la materialidad es importante, como el cuerpo, el templo. Puedo ser bendecida si emprendo, voy a perseguir la prosperidad. También me toca la búsqueda de equilibrio, se trata de cuerpo y alma, materia y sutilidad. Y siempre las aguas que acompañan, como emociones capaces de protegerme, si logro que la balanza cuente a mi favor. Ahora, el momento de ser acompañada, trabajar en equipo, planificar, soñar con aquello que anhelamos y llegar a materializarlo. Pero no resulta tan fácil, cuesta vencer mi apego al dinero, a los objetos, a los mandatos, a ciertos vínculos, detrás la poderosa creación material, y sin embargo, le doy la espalda. No sé cómo vencerlo. O sí sé, pero no estoy dispuesta. Y entonces, sentirme desamparada, desprotegida, en todas las dimensiones que nos hacen humanos. No puedo darme cuenta: la ayuda y la esperanza esperan a un costado. Camino ciegamente. En la dureza del frío, en la fragilidad de mi organismo. Y luego, la capacidad de dar y recibir, el círculo. El auxilio según las acciones, la necesidad. Aprendo a pedir en mi urgencia. Aprendo a agradecer. Sin embargo, más tarde, la cosecha entrega pentáculos brillantes, dorados. Yo esperaba uvas. Dirán, sin que yo sepa: no sabe leer las señales. La habita el pesimismo. No se da cuenta de la divinidad y su tesoro. A continuación, el trabajo y su esfuerzo, artesana cuya disciplina me permitirá la recompensa. Al menos eso intentaré. Perseverancia. Disciplina. Más allá, me transformo en una mujer de vestidura amarilla, el color de la inteligencia, un águila me acompaña, me recuerda a Zeus, quizá ésta es la retribución a intensa constancia. Yo misma, embriagada de fertilidad y belleza, no hubo guerra para la victoria que me contiene y me disuelve entre nueve pentáculos, frutos, árboles, montañas. Gracias, naturaleza. Soy contenida en tu cuerpo, como una flor. El último escenario, rodeada del fulgor que la familia otorga, danza de niños, jóvenes, adultos, abuelos, hermanos animales. Diez pentáculos, la exuberancia de la Madre Tierra y la habilidad del hombre. Se descubren la tradición, el amor y la alegría.