Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





El camino de los Bastos

Se trata de mi iniciativa, de mi deseo, del fuego que se adhiere a mi ideal, sé que voy a comenzar. Ahora observo el horizonte, me apoyo en la tierra, puedo quizá expandir mi mundo, tengo que reflexionar hacia dónde, cuál es mi voluntad y cuáles mis recursos. Pero ya tengo más raíces, ya comprendí la meta y la senda a seguir, no sólo me apoyaré en mí misma sino también en mis partidarios. Más tarde, el fruto, mi refugio, embriagado de prosperidad y abundancia, estable, en calor y ternura. Luego, la competencia, en justa ley, a veces hay que luchar por lo que se desea, sin perder jamás la ética ni la moral. La dulce humanidad. Continúo. La victoria me acompaña, el laurel es mi corona: gané la batalla. Pero sé: la guerra es larga y cruel, y en verdad, nadie gana. Pero en este momento el disfrute, la compañía de quienes creyeron y creen en mí. Pero después la batalla es contra a enemigos que no puedo observar, quizá están ocultos, quizá soy yo misma la enemiga más poderoso. Me atormento, una crítica, una opinión negativa del afuera. O mis propios núcleos de oscuridad. No lo sé. Aún no lo sé. Hay esperanza más allá, los bastos se dirigen a estaquearse en la tierra, la acción persiste, con ritmo y fulgor. Tal vez con rapidez, lo que sí es seguro; el movimiento es acertado. Aunque el cauce siguiente es tan extraño. Estoy tan cansada, no sé pedir ayuda, no sé cómo terminar lo que empecé. La venda en mi frente resguarda, como si padeciera un mal. Y el final. No puedo darme cuenta dónde me dirijo. No puedo ver. Estoy exhausta. Estoy quebrada. Estoy alerta, nadie sabe que escondo un as.