Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





Figuras de la Corte: Las Reinas

-Dedicado a las mujeres con planetas Casas IV, VIII y XII-


De la baraja española desaparecieron. Pero no del Tarot. ¿Cómo podría perderse el poder receptivo de la feminidad? La delicadeza, la gracia, la sensualidad, la inteligencia capaz de Ver, la fertilidad, la fuerza. La Reina del Fuego, cubierta de amarillo (color de la inteligencia) una vara en su mano, símbolo -en este caso- de dominio, la otra mano carga un girasol, metáfora de seguir al Sol, la luz, el calor. Un gatito negro la acompaña. Quizá pocos lo sepan: es una chamana. En su corona, Laurel; victoriosa en su saber. Parece observar a la Reina del Oro. Mujer de enorme corazón y bondad. Una con la naturaleza. Su vestido lleva rojo (color de la acción), verde (vida eterna, naturaleza) y blanco (pureza). Me recuerda a la flor del nardo, frágil pero a la vez, envolvente. Sobre ella, un marco de rosas. Su corona es peculiar, pareciera que sobre la esfera hay alas rojas. La Madre Tierra es raíz y pluma. Los árboles nos enseñan esto. Llega la Reina de la Espada. Siento frío. Es mi primera impresión. Si me adentro, es la femme de la palabra certera, la búsqueda de justicia, el conocimiento. Su corona está embellecida por mariposas. No es distancia, es la preservación necesaria para sopesar y dar veredicto. Como lo enseña el I Ching: la mayor justicia nace en la compasión. Contempla a su compañera, la Reina de la Copa. En la orilla de un mar, emociones, intuición, sensibilidad. Su ropaje es casi totalmente blanco. Atenta a su copa. ¿Quién sabe? Quizá puede decodificar el mensaje que esconde el agua. Seres parecidos a sirenos y ángeles envuelven su trono. Su corona es armoniosa. 
Mis heridas, mi esperanza, mi presente. Gracias, Reina de Basto, por tu ungüento. Gracias, Reina de Oro, por tus flores que han permitido el brebaje. Gracias, Reina de Espada, por la claridad que me permite hacer de mi pensamiento, un recurso. Gracias, Reina de Copa, mi confidente, me enseñás que toda mujer es una fuente poderosa, que recibe la sabiduría de la Tierra y del Cielo. Gracias, Maestras. 
Y agradecidas, todas las mujeres: ya no podemos desaparecer por la hoguera.