Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





El camino de las Copas

Valentía. Quizá es mi fe. Mi creencia o mi confianza. Algo se estremece dentro de mí. Se inicia. Tengo que elegir. En ese cáliz se esconde mi esperanza. Un corazón noble que busca colorear el mundo, templar mi pensamiento, rendirme a la belleza. Delante de mí, un compañero. En sus ojos encuentro la urgencia de la unión. Y alzamos las copas, sentimos el fulgor que el calor otorga. Y luego, la abundancia, celebramos a la Tierra y su bondad, tres mujeres en el compañerismo necesario para avanzar con alegría hacia las raíces y las plumas. Pero las emociones son un océano. Cambiante. Observo a un hombre incapaz de agradecer, de leer las señales del firmamento, observa lo vacío, incapaz de Darse Cuenta que sólo a unos metros, la providencia lo asiste. Y más allá, un hombre de capa negra, el dolor intenso, tal vez el duelo, la herida, patria de cualquier ser humano. Pero “en las grietas está Dios, que acecha”1. Más allá, si bien la mente es traicionera, a veces el brillo de un recuerdo dulce es capaz de aliviar. Como lirios expectantes por recibirme, aquellas fotos luminosas que la memoria atesora. Y seguiré soñando, y alcanzaré mis sueños, mi voluntad y mi poder hacia allí se orientan. Pero sé: necesito comenzar a caminar, pasos lentos y seguros, la introspección capaz de alumbrar virtudes y vicios. Sigo mi intuición. Voy por mi transformación, con humildad. Arribo al final del camino, el banquete, espero a mis compañeros que auxilian, aconsejan, aman, compartimos las vivencias que cada quien elige. Y finalmente, la realización, mis emociones en equilibrio, integradas a mis pensamientos, deseos, acciones. Siento mi vida que se expande en el amor y la certeza de que el cielo y su misterio, acompañaron en mi peregrinación. Valentía.  




1. "Para una versión del I King", poema de Jorge Luis Borges.