Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





AMOR, simplemente

 "Es bueno amar tanto como se pueda,

porque ahí radica la verdadera fuerza,

y el que mucho ama realiza grandes cosas".

-VIncent Van Gogh-


Una vez me preguntaron: ¿cómo explicás a Dios?, respondí: ¿cómo explicás el amor? 

Los antiguos griegos usaban una suerte de tipificación para definir el amor:

-eros, el amor romántico, pasional

-philia, el amor fraternal, el Servicio 

-storgé, el amor que implicaba el erotismo, la amistad, el compromiso

-ágape, el amor universal, espiritual

Por otro lado, Empédocles -filósofo griego del siglo V a. C-, poeta y vegetariano (“yo fui en otros tiempos un joven y una niña, un arbusto, un pájaro y un mudo pez” fr.117), creía en un ciclo cósmico, de ritmo cíclico, donde las cuatro cualidades -seco, húmedo, frío, caliente- son el origen, las llamó Raíces. Y utilizó imágenes míticas: Zeus (representaría el Fuego),  Hera (Tierra), Nestis (Agua) y Aidoneo (Aire). ¿Por qué nombro esto? Porque serán el amor y el odio, la Amistad y la Discordia, las energías que configuran el proceso por el cual aparece, evoluciona y desaparece nuestro universo.

Empédocles me recuerda a Carl Sagan cuando dice: somos un “conjunto de moléculas orgánicas”, pero es el ordenamiento de las moléculas al combinarse lo que nos vuelve únicos. Me gusta pensar que también son el amor y el odio las energías que ordenan nuestro proceso de crecimiento, definiendo nuestra evolución.

Mientras, en un artículo publicado por Zschimmer-Schwarz -España- desde una mirada científica respecto del amor de pareja nos alecciona que el amor comienza por la atrayente diferencia de los sistemas inmunológicos, dado que de esa manera la unión tendría numerosos niveles de inmunidad. Es el olor la brújula que nos indica -sin que podamos advertirlo- de esta diferencia, vital para la trascendencia de la especie. Entonces llegarán la dopamina, neurotransmisor del placer; Norepinefrina, hormona del “vértigo sentimental”; Feniletilamina, neurotransmisor de la profundidad. Asimismo, señalan una segunda fase donde las hormonas se combinan en una danza cuando “el maldito amor que tanto miedo da” -Los Redonditos de Ricota- ha de comprometerse. Oxitocina, se libera al contacto físico o bien, desde nivel de la ensoñación; Serotonina, las dosis de felicidad.

Puedo amanecer en un atisbo de entendimiento sobre la ciencia y su explicación del amor de pareja, que no me basta. Porque puedo amar al árbol, la flor, la roca. La Madre Tierra. Puedo amarme a mí misma. Y de esa manera, vivenciar esos minutos cuando amo a la Creación y todos sus Reinos. 

OSHO nos enseña que el contrario del amor es, en verdad, el miedo. El I Ching nos hablará del odio. La Teosofía, de la indiferencia. Aún no sé cuál es su contrario, pero sí sé que en el miedo nada germina, nada puede brotar y alcanzar su madurez. Ser amador/a y amar es una responsabilidad para con la vida misma. Un privilegio que se nos otorgó. El escudo más poderoso. La energía más elevada. La energía más necesaria: somos el mundo.

Comprendo la necesidad de explicar absolutamente todo. Ello nos da seguridad. Sin embargo, frente al amor no hay seguridad, pues no hay murallas ni torres. El amor saludable, claro, en todas sus manifestaciones es un milagro. Podrá la ciencia exponer los procesos biológicos de mi organismo pero la realidad es nuestro tesoro. Tesoro que no lleva adjetivos, medidas sino mayúsculas. Y no puedo definirlo. 


Imagen desde El Confidencial