Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





Exceso/adicción a las Redes Sociales -volviéndonos robots-

 “Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano:

la guerra contra su extinción”, Isaac Asimov.


La vida parece escurrirse entre la pantalla, el teclado y el celular. El tiempo pasa sin que se perciba tiempo. Mecánicos giramos alrededor de la Red Social predilecta como robots en tareas para humanos. ¿Nos estamos volviendo más humanos? ¿O nos estamos alejando de nuestra humanidad para volvernos humanoides?


Una Red Social es una plataforma donde se interconecta información -desde educación, arte, vida privada, citas, sexo- de quienes la comparten, de quienes la reciben y de empresas -hasta partidos políticos- que publicitan: favorable vía para vendernos algo que ni siquiera queremos o pensábamos que existía. Hasta un voto puede ganarse digitalmente.


El uso de una Red Social convoca la dopamina -neurotransmisor del Sistema Nervioso Central que se ocupa de la motoridad, las emociones, el afecto y la comunicación, entre otros-. Capacidades que podemos alcanzar caminando, estudiando, leyendo, compartiendo…


Somos lo que sabemos, seres sociables. ¿Pero qué ocurre cuando esa sociabilización queda marcada a fuego por la virtualidad? Los vínculos se vuelven acuosos. Parecen extinguirse. Un mensaje de Wsp sostiene penas y alegrías, pero no abrazos.


Sin embargo, no podemos negar que son un recurso útil para los que se encuentran en feroz lejanía o necesitan difundir su trabajo. Con prudencia y refinamiento.


Mientras, las consecuencias arremeten con brío. Depresión, baja autoestima, dependencia emocional, problemas de extroversión. Y cuando la PC o el celular se apagan, la soledad eléctrica capaz de rumear en nuestras cabezas, quizá, hechos vividos en las Redes.


El cyberbulling es territorio usual, el maltrato “digital”, incluso el acoso sexual. Lo más alarmante es que los niños de a partir de los diez años utilizan Redes Sociales, siendo el punto más fácil para una exposición que podría dañarlos en demasía. De igual modo, las juventudes crecen en fila tecnológica.


La APA -Asociación Americana de Psiquiatras- y su DSMV y la Organización Mundial de la Salud no han establecido formalmente cómo la adicción/ exceso a la virtualidad ha de ser combatida, hay adicción, pero no hay tratamiento.


Y así, a veces fingiendo una identidad alternativa, consumiéndonos frente al monitor o el celular, preocupándonos por lo que se diga y los Me Gusta que se reciba, haciéndonos más tolerantes a navegar por las Redes, preocupados por seguir las últimas tendencias, con abstinencia cuando no tenemos acceso a ellas; y así, nos vamos transformando en más robots y menos humanos.


Empero, podemos traer la perla desde la profundidad de los oscuros dominios de Neptuno. Darnos cuenta que detrás de cada comentario/Me Gusta hay un ser humano. Ser más compasivos. También podemos aprender desde contenidos saludables, algunos trascendentes. Donde conocimiento y belleza se ofrendan para nutrirnos.


Menos tiempo, horarios fijos, cuidado con los contactos y las cuentas, desactivar notificaciones, hacer por vivencia aquello que amamos son alternativas vitales. Porque ninguna tecnología puede transformarnos de seres humanos a robots. Salvo que se elija.


Biblio

menteamente.com

psiquion.com


https://www.eladanbuenosayres.com.ar/


Obra de Kip Omolade