“Olvida tus problemas y baila,
olvida tus penas y baila,
olvida tu enfermedad y baila,
olvida tu debilidad y baila”,
Bob Marley.
Dicen que el mundo se mueve por belleza, juventud, poder, fama y dinero. Pero
yo siempre pensé que el mundo se mueve por Amor. A pesar de todo.
En Diálogo de los muertos, del autor griego Luciano de Samosata -siglo II-, los
poderosos, los bellos, los ricos, los hombres de conocimiento: son iguales en el Inframundo,
aquel lugar donde las ánimas -en la mitología griega- llegaban para su tránsito final. Ellos y
ellas se quejaban por recibir el mismo trato entre todos -también aparecían romanos- en
conversaciones con algunos dioses. Al leerlo, pensaba que lo único que podían llevar hacia al
Hades, en verdad, era su bondad, su virtud, aquello que habían dejado noble en y para el
mundo.
También se dice que el dolor endurece al corazón humano, sin embargo, como decía la
psicóloga gestáltica Maya Zuretti, “la experiencia ocurre, el aprendizaje se elije”; y es
justamente en ese aprendizaje donde se juega la médula: empatía.
La empatía es, al menos en mi concepción, la forma más elevada de Amor. Lejos está de la
identificación con el terreno personal sino que hace al sentir el dolor del otro, “ponerse en los
zapatos” -como se enuncia popularmente-. Sin embargo, a veces hay que atravesar el dolor
propio para alcanzarla. Y ese dolor mortal también es necesario para aprender o negarse a sí
mismo y al afuera. Se elige, siempre se elige. A veces a danzar con él, en la Fe o en la confianza,
depende de las creencias de cada quien.
La empatía nos atraviesa frente al árbol talado, la planta herida, el animal cazado, el otro
hambriento, en guerra, sediento, excluido, el otro cuyas circunstancias son brumosas o
caóticas o hirientes. Como OSHO manifestaba Somos el Mundo.
Creo y aquí tomo la sabiduría popular que “te llevas las sonrisas que generaste en los demás”.
Nacemos en un grito y tal vez moriremos en otro grito o en el silencio, lo que es seguro es que
quedará el Amor que hayamos sembrado, sin apego a los frutos.
Seas quien seas, estés leyendo esto: bailá. Y si la Vida así te guía: acompaña a bailar a ese
Hermano, a esa hermana, con empatía.
El mundo se mueve por Amor.