Carta 13, el arcano
sin nombre
“Lo que nace de la carne, es carne; y lo que nace del Espíritu, es
Espíritu.
No te asombre que te haya dicho: es necesario nacer de nuevo”.
-Juan 3: 6-7-
No te asombre que te haya dicho: es necesario nacer de nuevo”.
-Juan 3: 6-7-
El
paisaje ha cambiado. Ahora sólo la tierra. Un esqueleto siega pies, manos,
cabezas. Me han dicho que no le tema pero siento miedo. Dicen que en verdad no
existe pues no tiene nombre. Aunque algunos le llaman Chronos, dios del tiempo.
Y otros le llaman Saturno, el planeta anciano, sabio. Su postura me recuerda al
Loco. Lleva una guadaña en vez de vara. Llama la atención su color carne, vivo,
humano. Algo intenta decirme pero siento terror. Todavía no quiero acercarme.
Eres como Nicodemo, todavía no entiendes; la escucho decir. Entonces, la imagen
de la flor de Loto como un rayo; ella crecería en un lugar como éste. Sería
enorme. Muy bella. Tu columna se parece a una espiga de trigo, digo con
timidez. Es que no advertiste que estoy preparando la tierra, responde. Temes
porque no entiendes. Me quedo en silencio. ¿Qué debería entender? Sé que estoy
ante la muerte. Quien no distingue entre burgueses y proletarios, reyes y
pueblo. Su aliento es patria de lo vivo y su designio, de lo muerto. Sé que el
esqueleto representa la unión de cuerpo y alma. Entiendo que las fuerzas
destructivas preceden a la creación. Crece pasto azul por donde ha pasado el
arcano sin nombre. Su número, el 13, representa la transformación del hombre.
Pienso en la mujer que tiene que morir en mí. Aquella que aún no ha entendido
que todo es ilusorio salvo lo que viene del Espíritu. La mujer dentro de mí,
tan aferrada a sus deseos carnales; limitada por mandatos, deberías, conceptos:
he de soltar. Es una noche honda. Dolor por la mujer en mí. Pero sé, para
seguir tengo que ser transformada por la muerte, simbólica: iniciada. Se trata
de morir a lo viejo para después nacer con el amanecer. Como Jesús dijo a
Nicodemo: quien no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.