Meditación

Alas y raíces
en el centro
cuando me encuentro
dentro y fuera de mí.





El Diablo


Carta 15, El Diablo

“Tras el bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo:
“Lo que vas a hacer, hazlo pronto”.
-Juan 15: 27-

Es una fruta dulce la soberbia. Después es amarga y cruel. El ser que ante mí se presenta ha de haber sido más bello que el ángel que acabo de conocer. Su resplandor nubla la vista. Dentro de sí, los cuatro elementos. Fuego en su cabeza, en sus cuernos. Tierra en sus pezuñas. Aire en sus alas. Agua en sus escamas. Debería temerle pero no le temo. Su postura es inversa a la del Mago. Donde aquel sostiene la varita, Lucifer sostiene la antorcha. Donde aquel señala la tierra, Lucifer saluda. Como un Papa en oscuro concilio. Parado sobre un pedestal, falso trono, desde donde sale una amarra que ata a dos seres. Se parecen a mi joven Mago y a la doncella que representaba el vicio, del arcano seis. Lucifer ríe. Lucifer canta. Al mirarlo más de cerca me doy cuenta de que no es macho ni hembra o es ambos. No puedo definirlo. Debería temerle pero no le temo. Siento mi sexualidad que me consume, dándome fuerza. Místico mi fuego. Protector y nativo. Pero he de tener cuidado frente a tanta riqueza. El Diablo es ágil y traicionero. Cuando menos lo espere puede poseerme. Al igual que Perséfone al comer la fruta de Hades. En Taoísmo al camino del ego se le llama el camino del demonio. Ha llegado el momento de ver en los ojos de mi oscuridad. Sólo así podré seguir mi peregrinación. El macho cabrío roza mi pierna, áspero. Quien ve al Diablo vuelve siendo otro. Su número, el 15, es el camino de la oscuridad. Detrás de su figura todo es violeta, transmutación. Su antorcha ilumina. Lo pueril, lo vulgar, el exceso frente a mí. Siento miedo. Aun así, estoy dispuesta a ir más allá. De eso se trata la genialidad del Diablo, allí está su tesoro. Sólo quien conoce su tempestad es capaz de conquistarla.